jueves, 3 de septiembre de 2009

Sobre Otto-Raúl González

El Vericuetos, mi buen amigo, me llevó a ese lugar por segunda vez, donde vivió gran parte de su exilio y posterior coadopción con México el poeta guatemalteco Otto-Raúl González. La primera vez el poeta estaba sólo ausente, lo que aprovechamos para echarle un vistazo a su envidiable biblioteca, y su hijo tuvo la generosidad de regalarme algunas de sus obras; esta segunda ocasión, el autor de Voz y voto del geranio estuvo presente, aun habiendo muerto poco más de un año ha, suceso triste cuya conmemoración (una de ellas), entre amigos, familiares y lectores (para entonces, yo uno de ellos) se llevó a cabo en el Palacio de Bellas Artes de México.

La casa del poeta se encuentra a las orillas del Distrito Federal, en el municipio de Naucalpan, zona que actualmente sufre un cambio vertiginoso de cemento levantado y cemento derrumbado; ahí estuvimos departiendo sobre cine, letras, música y deportes. Tuve el gusto de presentar a Otto-Raúl hijo un ejemplar de Luna mutilada que rescaté de una librería de viejo y cuya dedicatoria evidencia el poco valor que algunos advenedizos dan a un libro de poemas, una vez que pasó el coctel y la vana presunción.

Festejando el trago entre amigos, la dignidad del artista que se niega a callar las injusticias y la bendita maldición de la memoria, comparto con mis radioescuchas un poco de la creación de un poeta con, al menos, tres patrias: Guatemala, México y la que se halla en el exilio con todos los excluidos de país, mas no de voz, y a la cual el poeta sublimó nombrándola El Peuqueñal (país de los oficios poéticos).


5. Latitud
Bajo qué lluvia, geranio, lloras tu dolor antiguo,
bajo qué espada guerrera gime tu corola párvula,
bajo qué rojo crepúsculo erígese tu imperio,
bajo qué signo se mueve tu corola enlucerada.
en el punto equidistante de la sed y el agua fresca,
entre el hambre y el pan blanco, entre el hombre y su
deseo,
se sitúan los geranios como signos que expresaran
la anchurosa, la fecunda, la creciente fe del pueblo.
Sobre frías bayonetas con la sangre coagulada;
sobre blancos cementerios de cipreses rumorosos,
sobre heridos anfiteatros con antiguas podredumbres
se sitúan los geranios ya crecidos de presagios.


Vainumio
Vainumio es el caballo sin cabeza,
la muñeca con vísceras de trapo,
el trompo, los guijarros, las canicas,
que la escoba del tiempo
barrió de nuestro patio.

Vainumios los cabellos de las hadas
y la espada de los príncipes
que reducía a los dragones fieros
a triste condición de ceros a la izquierda.

Y es de color vainumio la primera
letra obtenida con indócil mano
en el roto cuaderno de la escuela;
y las vocales son también vainumias
así como la frase inolvidable
que por primera vez leímos
sin ayuda de nadie.

Toda esa luz de la niñez perdida
es vainumia y ya sólo en sueños
la podemos ver.

Y ya sólo en sueños la podemos ver.

Patria expatriada 
El país de la luna mutilada
a diario se desangra, a diario expira
el trompo del terror gira que gira
y es su giro una sombra atormentada.

En toda la ciudad ensangrentada
un aire denso y fosco se respira
el territorio es una inmensa pira
donde arde todo lo que no es espada.

En el aire rural la luna espesa
de los odios encógese y estira
porque la patria misma está expatriada.

El cielo está nublado de tristeza
porque es triste mirar si es que se mira
el muñón de la luna mutilada.

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