martes, 21 de diciembre de 2010

Collage 5



Aquel carpe diem de hombros enjutos. Álcalis al cáliz. Hasta en la agorafobia hay un incesante transbordar de barcos y trenes, largas caminatas. Vértebras barrocas enervadas de desperezos, un crepitar de años y cartílagos, embajada de la vejez más allá de la lengua.

Su confesionario, un ojo de agua y tres de pulque. Al diablo pedía sin hallar respuesta. El corifeo ocioso éramos para él piara de sapos. Una apteka, en un costado de luz baja, rumbo a la inteligibilidad, con doblajes monovocales y un aro abrasivo, giratorio, dentro.

Pisadas, puertas, niños despiertos, tacones en el patio, ventanas, algún golpe ambiguo. Un tufo a carnaval improvisado, a tiro al cielo. Incienso: minutero de humo. Pálpitos de calma y fiebre. Laberinto y sed.  Tras las arquitecturas laberínticas: omisiones, tachaduras, olvidos, impronta y subyacencia. Limbo libérrimo. Ya para qué. Seguiré hablando con mis dedos y arrojaré mis posesiones a la enredadera. Islas que fueron montañas y hablan del valle antes de que criara peces. Fauna nictálope, oropel y desvarío. La bajeza de sus párpados altiva. Los ojos empotrados en cenites, el labio genuflexo y el instante, separador de la Palabra, asiendo siglos, también instantes. Bajopárpado.

Estrecheces maceradas, cansancio a media asta o gloriosa noche transgresora, según lo vea el espejo o los enteleridos de carnaval. Testiguo. Ocasos jóvenes malamente vestidos de mañana, de euforia seca. Trenos abiertos en canal sobre una plancha inmensa. Ateridos en un margen sin afuera, cráneos en corro, triunfantes adúlteras, remeros de arena: los de abrazos amputados os saludan. El pariente del que se escucha, pero al que nadie ve, del que dan como razón que viaja mucho, el de la cabeza amputada en todas las fotos. El tiempo es la uña deformada, el arrasado valle oculto tras una obsesión de la lengua. Ábaco al sesgo del espejo. Sueños de pañoletas, de andenes vacíos, de calles sin puertas, de pasos al sesgo, de un abismo y lascas mercuriales que al despertar sobreviven.

La copa olorosa a licor de hierbas y un hilo que ya purpurea junto al cuerpo craso. Salí de entre tus piernas como quien entra a una prisión. Transgresiones: trofeos en las vitrinas, paranoias en los álbumes polvosos. Los recuerdos uncidos sobre las vocales púbicas huelen todos humores: el necesario embebido en su nombre y sus efluvios, duro y doblegado.

Haz temblar mi vida entera con un tacto sucio y repentino. Quiero ser el paladar fantasma que se hunde en tu sabor dormido y te despierta en un ahogo. Gracias por la infertilidad.


Nota: El texto pertenece a esta serie: http://semiofagia.blogspot.com/search?q=collage, que son poemas en prosa hechos con mis propios tweets.

Imagen: El asesino amenazado (1927), René Magritte.



lunes, 6 de diciembre de 2010

Minipoemas de Rodolfo Mata


En esta ocasión, y siguiendo con la antología al vuelo de poemas de corta extensión, presentamos los siguientes textos tomados de Parajes y paralelajes (México, Aldus, 1998). El autor (1960) es ingeniero industrial, cursó Letras Hispánicas y es traductor del portugués. Sus poemas apelan a relación misma de quien contempla y lo mirado, lo que a una impresión de sencillez que, en algunos pasajes, disimula una perla escondida en la llaneza del lenguaje.

Pausa
Llorar el fruto
y por el fruto
seguir llorando
la mil ensangrentada
e un labio
el diente engullido
de una pena
la gruta
que enajena
la paz y el sueño
y el olvido
la carcomida afrenta
del hueco en el oído.

Bahía
Madre negra
la noche
como un fetiche
me prende de los brazos

Ballenas
Negras y lustrosas almas
cabalgando su parsimonia
en el vasto limbo de agua
cantan en lenguas

Imperfecto haikú
El pálido ojo del limón
sus agrias pestañas mueve
El salero es una playa del Mar Muerto
La cerveza una cabellera bajo el sol


*
Flota sobre
los blancos mares
de la vacía luna
donde el viento solar
es menos
que real
y el cielo negro
no tiene luna

*
Todas tus aguas
clara fuente
iceberg de nubes
refulgentes
verano imán
de tu alborada

*
Todas tus palabras
tren de nada
algodón
nívea barricada
porcelana salina
aguamarina


Imagen: Foto a una de las ilustraciones de Lorena Mata, del mismo libro.


domingo, 5 de diciembre de 2010

Sobre reconocimiento e identidad narrativa en Paul Ricoeur, y un poco de Kafka.





Nuestra sentencia no es aparentemente severa. Consiste en escribir sobre el cuerpo del condenado, mediante la Rastra, la disposición que él mismo ha violado. Por ejemplo, las palabras inscritas sobre el cuerpo de este condenado —y el oficial señaló al individuo— serán: HONRA A TUS SUPERIORES.
En la colonia penitenciaria.
Franz Kafka.


I Identidad narrativa

Una de las propuestas más importantes de Paul Ricoeur, es sin duda ésta, la cual plantea el conflicto entre ipseidad --lo que permanece de sí, no obstante el cambio constante-- y mismidad --aquello que hace identificar a uno mismo como tal, pese al paso del tiempo--, cuyas reconstrucción y proyección están relacionadas con la “síntesis de lo heterogéneo” que supone el relato identitario que se va construyendo, en una forma análoga a cómo se construye un personaje en el acto creativo y en el receptivo de una lectura, mediante la tensión de lo ipse y de lo ídem.[i] Para los temas que el autor francés trata en Caminos del reconocimiento serán también fundamentales estas nociones, pues en éste, su último libro escrito, el autor reflexiona sobre la necesidad de ser reconocido en la relación de sí con los otros; para ello, su disertación va del reconocimiento como identificación al reconocimiento de sí y de ahí al reconocimiento mutuo, fases todas que tienen que ver con el tiempo y la alteridad, la mismidad y la ipseidad.
El francés ve a la literatura como un ”amplio laboratorio donde se ensayan estimaciones, valoraciones, juicio de aprobación o de condena, por los que la narrativa sirve de propedéutica a la ética”,[ii] y donde las estructuras narrativas unen “los dos polos de la construcción de la trama, el de la acción y el del personaje”.[iii] Por ello, la teoría narrativa es para Ricoeur una “bisagra” entre la teoría de la acción y la teoría ética.[iv] La implicación entre literatura y vida en este autor propone términos como “referencia” en la teoría de la metáfora[v] o el de mimesis I, lo que la literatura retoma de la vida, interpretado como “semántica de la acción”.[vi] Ya en textos como Teoría de la interpretación… el autor escribía:

El discurso nos remite a su hablante, al mismo tiempo que se refiere al mundo. Esta correlación no es fortuita, puesto que es finalmente el hablante el que se refiere al mundo al hablar. El discurso en acción y en uso remite hacia atrás y hacia delante, a un hablante y a un mundo.[vii]

Para Ricoeur, la narración y la metáfora son formas inherentes a la manera en que el ser humano se ve y se explica a sí mismo; no es casual que el francés retome muy a menudo ejemplos de la literatura universal para ayudarse a explicar su pensamiento, en el diálogo escrito que con numerosos filósofos, científicos, lingüistas y otros pensadores mantiene en sus libros, por ejemplo en Sí mismo como otro, La metáfora viva y los tres volúmenes de Tiempo y narración. En sentido inverso, el autor siempre ha buscado subrayar la relación de la literatura con la vida cotidiana, tanto en su origen como por su efecto, a partir también de sus implicaciones éticas y de su importancia práctica en la existencia del ser humano, lo cual podemos ejemplificar con la siguiente cita, donde Ricoeur se pregunta: “¿Cómo, en efecto, un sujeto de acción podría dar a su propia vida una calificación ética, si esa vida no pudiese agruparse en forma de relato?”.[viii]
Pero la identidad narrativa en el reconocimiento de sí debe permanentemente enfrentarse a los otros como una alteridad, y que exigen, como uno mismo, reconocimiento. Es por ello que el filósofo de Valence retoma el concepto hegeliano de anerkennung, referida a un intercambio de bienes entre trabajo y poder que, sin embargo, ofrece ya la ventaja de garantizar, en la evolución del reconocimiento “el vínculo entre auto-reflexión y orientación hacia el otro”, además de que procede “del polo negativo al positivo, del desprecio hacia la consideración…”;[ix] esa idea hegeliana dará lugar al concepto de “vida ética” del Hegel posterior. Con el reconocimiento del filósofo alemán, el hombre se establecería en sociedad no ya como un mero sujeto natural, sino como un sujeto ético.

II. El reconocimiento hegeliano en Paul Ricoeur

Como ilustra Eric Aüerbach en Mimesis, la evolución de la actividad mimética en el hombre occidental ha dado como resultado las distintas formas de representar acciones y caracteres en su literatura; esto es pertinente tomarlo en cuenta al leer el capítulo que Ricoeur dedica al Hegel de Jena, pues, para plantear el concepto de anerkennung se precisa de que amo y esclavo se reconozcan entre sí como necesarios el uno para el otro, y aunque en relación de desigualdad, esto muestra una forma de representación y reconocimiento que era reflejo de su tiempo y era visto como producto de la historia, según la dialéctica hegeliana. 
La tercera acepción del término "reconocimiento" de Le Robert —que Ricoeur ha usado como una guía para andar sus caminos— se refiere al reconocimiento mutuo y, para ello, transita de lo que el francés llama "el reto de Hobbes" —que radica en la idea de éste sobre que es el miedo a la muerte violenta el sustento del contrato social, delegado al monarca— hacia la Anerkennung hegeliana, a fin de sustentar que no es solamente el "estado de naturaleza" que entraña un desconocimiento originario, sino el deseo de ser reconocido, lo que sustenta el "vivir juntos", es decir que en éste también subyace una razón moral, lo que constituiría, como se propone Ricoeur, una respuesta al reto planteado en el Leviatán.
El francés distingue tres razones por las cuales la Anerkennung cumple con el mencionado cometido: la primera, porque garantiza el vínculo entre autorreflexión y orientación hacia el otro; en segundo lugar, la tesis hegeliana va del polo negativo hacia el positivo, en la cual el tema de la lucha a muerte se reconfigura en un recorrido espiritual; en tercer lugar, la figura del reconocimiento en tanto admisión de necesidad mutua entre el amo y el esclavo da lugar a una institucionalización posterior en la teoría del derecho y el estado de Hegel. Ya en el Sistema de la vida ética es fundamental el concepto de Trieb, una pulsión natural compartida por los individuos, de la cual el alemán distingue una serie de potencias jerarquizadas, a saber, la de la naturaleza, la de "la infinitud, la idealidad, en lo formal y en la relación fundamental" y la indiferencia (entendida aquí como no diferenciación) de las potencias anteriores. Hegel va del estado de naturaleza, pasando por el reino del derecho, hacia el del espíritu. El reconocimiento aparece justamente cuando el alemán diserta sobre el reino del derecho y el crimen, su negativo específico. El contrato social implica un intercambio del que se suscita ya un reconocimiento del individuo, en cuanto tal.[x]
Para Hegel, el crimen es no sólo negación del reconocimiento, sino la fijación de tal negación, en lo que también participa una consecuencia del crimen, es decir, la venganza. Hay que recordar que las expoliaciones del crimen, que podrían recordar las de la esclavitud, ya están marcadas, a esta altura de la argumentación de Hegel, por el derecho, en un camino por llegar a la ética absoluta, la ya liberada de las pulsiones propias de un estado de naturaleza. Esta eticidad se da en forma de intuición que reside en el pueblo. Por ello, de la constitución del pueblo al acto de gobernar también se implica el reconocimiento de la capacidad de posesión del otro y, por tanto, la propiedad deviene ya en un sistema de relaciones mutuas.
Ricoeur subraya que es lo referido a la referencia especulativa de identidad y totalidad en Hegel lo que impide "que la pluralidad humana aparezca como la referencia insuperable de las relaciones de mutualidad".[xi] El filósofo francés se refiere al hegeliano "espíritu" como una psicología especulativa centrada en la inteligencia, concepto que comienza con el dominio del yo sobre las imágenes, retoma el Trieb y culmina en el amor de hombre y mujer, la familia y sobre todo el niño, considerado como un tercero donde los padres intuyen el amor y su unidad como conciencia de sí. El espíritu se realiza y retorna a su ipseidad, rodeo-retorno al cabo del cual surge el Estado, idea rectora que será un "proveedor especulativo de las temáticas contemporáneas dedicadas a este tema",[xii] lo que entraña una aportación, de paso, a la temática del reconocimiento.
Para Hobbes, el derecho es algo impuesto al hombre desde el exterior, pero la eticidad que propone Hegel se encamina hacia el derecho de reconocimiento, que se da necesariamente en el momento del amor y el derecho (el derecho en general se entiende como la relación que reconoce). Opuesto a la abstracción de la inteligencia y la voluntad, el espíritu efectivo en Hegel plantea el paso de la facultad a la efectuación, de la pulsión al deseo, de la posesión a la propiedad, a un estado de "ser-reconocido", en un movimiento de la naturaleza a la eticidad donde la voluntad de la persona se subsume a la voluntad común. Con el "ser-reconocido" se pasa al acto constituyente de la voluntad universal.
Para Ricoeur es importante subrayar que Hegel contemporiza con las estructuras institucionales y políticas de su tiempo, sin que por ello su concepción pierda lo que el francés llama "virulencia subversiva", si bien una lectura fragmentaria del filósofo alemán, omitiendo el periodo de Jena, pueda hacerlo parecer de otro modo. Ricoeur recapitula sobre las ideas que influyeron en Hegel para haber dado como resultado una confluencia inesperada entre Hobbes y Fichte, principalmente;[xiii] sin embargo, acota que tras las fases de concepto de espíritu y de espíritu efectivo de Hegel, en la fase de constitución se contemplan la enajenación y la tiranía —el momento maquiavélico—, estableciendo una formación para la obediencia donde el único equivalente del reconocimiento será la confianza: al monarca de Hobbes se le entregaba el poder por miedo, el de Hegel enajena las voluntades y se apodera de él (aunque el alemán lo considera, no obstante, superior al de la sociedad griega). De acuerdo con su dialéctica, es de éste del cual el hombre accederá al espíritu absolutamente libre a través de arte, religión y ciencia, donde el reconocimiento cederá su lugar preminente a la reconciliación.[xiv]
Ricoeur persistirá, en “Nuevas actualizaciones del argumento de Hegel”[xv] sobre la idea de lucha por un reconocimiento pleno, desde los puntos de vista del amor, del derecho y de la estima social, como una tarea inacabable, lo cual no obsta para que seamos incapaces, en tanto sujetos que trasciendan del reconocimiento propio al mutuo, y de ahí a la mutualidad como una propuesta espiritual, pero manifiesta en la acción, de la que el hombre ético puede contribuir a luchar por sí mismo y por su entorno.

III. El reto de Kafka

Para un lector contemporáneo, los textos de Kafka, escritos más de un siglo después del periodo de Hegel en Jena, ya incluso lindando con las primeras revoluciones de corte marxista, nos parecen más cercanos a la realidad actual que la superación de la fase hegeliana en el camino del reconocimiento. En tiempos de conflicto armado parece más cercano reconocemos en una dialéctica de amo y esclavo que en la posibilidad de una reconciliación, como la que Ricoeur lee en Hegel. Las formas de dominio actuales y las del siglo XVIII difieren sólo en su manifestación, pero esa nueva maquinaria, como la de la penitenciaría kafkiana, sigue en su misión de castigar y perpetuar una ley rebasada por la realidad. Su vigencia puede entrañar un reto a las ideas éticas que buscan trascender el dominio de la dialéctica amo-esclavo de Hegel.
En las obras literarias contemporáneas, de las que Kafka es importante paradigma, es común encontrar síntomas de un eclipsamiento, además de un cuestionamiento crítico, no sólo hacia las formas anquilosadas de narrar, sino contra la narratividad misma, de lo cual no es difícil hacer una analogía entre el auge deconstruccionista de la literatura del siglo XX y las crisis identitarias que han modificado el panorama de las sociedades en todo el mundo, así como un replanteamiento de las ideologías. Por ello, la identidad narrativa, sustentada en las reflexiones de Ricoeur sobre la trama y el carácter de un personaje, requiere explicar ese fenómeno: “…la defensa de una ficción fragmentada e inconsistente no se justifica de modo distinto a como en otro tiempo se hacía la defensa de la literatura naturalista. Sencillamente, el argumento de verosimilitud se ha desplazado: antaño, la complejidad social pedía el abandono del paradigma clásico; hoy es la presunta incoherencia de la realidad la que exige el abandono de todo paradigma”.[xvi] Esos cambios paradigmáticos son contrabalanceados son rupturas que enriquecen la tradición literaria y la conforman, pues tales manifestaciones críticas se inscriben también en el concepto de lucha por el reconocimiento a través del cuestionamiento, la ambigüedad y la denuncia, tanto del mundo al que se refiere, como a sus formas históricas de expresarlo.
Las diversas manifestaciones de la literatura se valen cotidianamente de las metáforas como una manera de expresar genuinamente la realidad a través de un procedimiento mimético de síntesis de lo heterogéneo, de identidad en la diferencia. En el lenguaje, la literatura y la filosofía misma, la comprensión metafórica está sujeta a un proceso continuo de innovación y desgaste.[xvii] Manifestaciones literarias como las vanguardias y la narrativa actual son reflejo y reacción hacia un mundo sacudido e inédito, en muchos sentidos, como el del siglo XX y hasta nuestros días. La permanencia del escritor checo en el pensamiento contemporáneo es la justa medida de la manera en que sus obras han mostrado parte de nuestra identidad; su recepción y estudio muestran también su plena vigencia, su carácter de clásico.[xviii]
Obras como la de Franz Kafka reflejan la manera en que el hombre se ve a sí mismo en su papel de testigo, de sometedor y de sometido; en ellas, la indignación —como en En la colonia penitenciaria— o la búsqueda de respuestas identitarias ante la confusión —como en El proceso— son estructuras apelativas para reconocer en la ficción una alegoría de la vida misma. El papel de la literatura se cumple cuando el hombre, en su lucha por el reconocimiento, puede reconocerse en ella y reconocer a otros, pues la mimesis es, al cabo, mimesis praxeos, imitación de las acciones de un individuo: un hombre ético sabrá utilizar de mejor manera esa indignación, como en la penitenciaria kafkiana, teniendo en cuenta que ésta, como bien apunta Ricoeur, lo mismo desarma que moviliza.[xix]
La vida y la obra de Paul Ricoeur constituyen un ejemplo de cómo dar respuesta a esa indignación. Quien conozca someramente su historia, y tomando en cuenta que Caminos del reconocimiento fue escrito a los 91 años, un año antes de morir, y de acuerdo a sus palabras que aquí hemos citado, podemos ver una lucha permanente por sustentar una ética que trascienda la ficción y la indignación estéril, para ofrecer una respuesta viable a la problemática cotidiana del hombre contemporáneo. Una función de la literatura es ofrecer el ámbito privilegiado de la construcción de la trama, y por ende del personaje, lo que la convierte en un medio eficaz para verse a sí mismo como otro, distancia necesaria y consustancial a la construcción de la propia identidad de una persona. Para Ricoeur la literatura nace en la mimesis con la acción cotidiana y debe reconfigurarse en acción a través del lector: proviene de la acción y en acción debe volver trasfigurada.

V. Bibliografía

  • Ricoeur, Paul. Caminos del reconocimiento. México, FCE, 2006, 336 pp.
  • ____________. La metáfora viva. Madrid. Ediciones Cristiandad-Editorial Trotta, 2001, 2ª ed, 436 pp.
  • ____________. Sí mismo como otro. México. Siglo XXI, 2003, 2ª ed, 416 pp.
  • ____________. Teoría de la interpretación. Discurso y excedente de sentido. México. Siglo XXI-UIA, 2006, 6ª ed, 114 pp.
  • ____________.Tiempo y narración I. México. Siglo XXI, 2007, 6ª ed, pp. 1-371.
  • ____________.Tiempo y narración II. México. Siglo XXI, 2004, 4ª ed, pp. 371-628.
  • ____________.Tiempo y narración III. México. Siglo XXI, 2006, 4ª ed, pp. 629-1076.


[i] Básicamente, Ricoeur desarrolla está temática en “Quinto estudio. La identidad personal y la identidad narrativa” y “Sexto estudio. El sí y la identidad narrativa” en: Sí mismo como otro, pp. 106-137 y 138-172.
[ii] Sí mismo… Ibíd., p. 109
[iii] Ibíd., p. 145.
[iv] Ibíd., p. 152.
[v] La metáfora viva, pp. 287-336.
[vi] Tiempo y narración, v. I, pp. 113-130.
[vii] Teoría de la interpretación. Discurso y excedente de sentido, p.36.
[viii] “La fenomenología del hombre capaz” en Caminos del reconocimiento, p. 136.
[ix] Ibíd., p. 219.
10 No obstante, señala Taminiaux que éste es apenas un reconocimiento formal e ideal que no toma en cuenta la diferencia, como sí lo hace, y siendo un reconocimiento real, la relación entre el dominio y la servidumbre, un vivir desigual donde el siervo está asentado en la diferencia, mientras que el dueño vive libre respecto de ella. Citado por Ricoeur, Ibíd.., p. 225.
[xi] Ibid, p. 228.
[xii] Ibid, p. 229.
[xiii] Ibid, pp. 220.221.
[xiv] Ibíd., pp. 230-235.
[xv] Ibíd., pp. 237-276.
[xvi] Tiempo y narración, v. II, p. 394.
[xvii] Vid. La metáfora viva, pp. 337-413.
[xviii] El mismo Ricoeur lo explica: “En este sentido, la novela moderna nos enseña a alargar la noción de acción imitada (o representada) tanto como podemos decir que un principio formal de composición vela por la estructuración de los cambios capaces de afectar a seres semejantes a nosotros, individuales o colectivos, seres dotados de nombre propio, como en la novela moderna del siglo XX, o simplemente designados por una inicial (K…), como en Kafka…”. Tiempo y narración, v. II, op. cit., p. 388.
[xix] Caminos, opus cit., p. 254.

D.R. (RSR)


Nota: Este texto se presentó en el seminario de posgrado "Caminos del reconocimiento de Paul Ricoeur" impartido por la Dra. Rosa María Palazón en la UNAM.

Imagen: Kafka, según Robert Crumb & David Mairowitz.


viernes, 12 de noviembre de 2010

Minipoemas de Eduardo Casar



Tomados de Son cerca de cien años (México, 1989, FFyL-UNAM), un libro ameno que trata con humor y claridad sobre los amores cotidianos y la poesía. Con esto, doy seguimiento a los poemas reducidos a su mínima extensión, escritos en el umbral de esta era en la que herramientas como Twitter permiten, mediante la restrictiva extensional y la libre elección de a quién leer o dejar de hacerlo, si no nuevos géneros o formas de expresión, si una nueva dinámica comunicativa eficaz, acorde a la aceleración de la historia que, dicen, por nuestros tiempos se padece.


*
La vida es sueño.
Lo prueban
las pesadillas que vivimos.

*
De pronto uno pierde la sonrisa.
La deja caer sin darse cuenta
al sacar unas llaves. Siempre
al sacar unas llaves.

*
Todo un desierto
se revela por una sola
gota de agua.
Por una sola gota de agua
todo un desierto
se rebela.

*
Lo que sea de cada quien.
Yo de ti.

*
Cuando digo tu piel
me trago mis palabras.

*
Me corro el riesgo
de ser abrazado vivo.

*
El cristal cambia
su transparencia
por tus iniciales,
el paisaje
por la lluvia
que desencadena.

*
Quisiera estar a dos pasos de ti.
Y que uno fuera mío y el otro fuera tuyo.

*
Tus labios juegan
el papel principal de mi sonrisa.

*
Debo reconocer que estás en pleno uso
de mis facultades mentales.

*
Me gusta mucho
ponerme en tu lugar.


Imagen: Tomada de esta página.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Poemas de Vicente Quirarte



Este es uno de los autores a que los gustos comunes me condujeron, por lo que conozco bien alguna de su obra ensayística sobre la Ciudad de México y sobre Gilberto Owen, principalmente; llego con cierto retraso a sus poemas, de los cuales escojo tres, tomados de Razones del samurái (1978-1999) (México, UNAM, 2000). Es notable en el autor, además de la intertextualidad, la vivencia del caminante, del flanneur en la ciudad y sus paisajes y su fauna, incluyendo la divina (como los ángeles villaurrutianos). Los epígrafes incluidos confiesan estas pulsiones en sus textos.



Su condición de ola
Me sabe a mar,
me sabe a mar colérico en los mástiles.
Gilberto Owen

¿Verdad que no sabías
que los cinceles de mis ojos
esculpen tu estatua erecta en el horizonte
para que presidas el grito guerrero del mar
al asalto de murallas
que los niños construyen de sal
junto a mis pies?

¿Verdad que no sabías
que en mi pecho aun crecen
colonias de madréporas,
presencia y raíz de tus corales manos,
y que por corazón conservo
el beso más desmesurado de tu boca,
extensa, inaprehensible mantarraya?

¿Verdad que no podías oír tu propia voz
llamándome desde la vena rota del mar
--abiertas sus cicatrices en la noche--
y alerta como faro
el laberinto loco de mi oído
como espejos múltiples coreándola?

¿Verdad que no sabías
que antes de concluir tu grito
mis sienes ya estaban espinadas
por tu corona amarga,
yo rabiosa estrella queriendo asirte océano
cuando eras sólo espuma?

¿Verdad, inocente orca,
que nada sabías
cuando arrancaste el timón y me dejaste
náufrago final del maremoto?


Colonia Guerrero
A veces pienso que no vale la pena andar
cascariando la canica.
Gabriel Vargas, La Familia Burrón, 8 de agosto de 1976, p. 9.


La navaja o la botella,
el río de vómito que corre tras el puente,
la blasfemia que flota sin fuerzas en el aire
(volando con las alas pesadas del ángel
ya desterrado y resignado a su suerte);
el café con leche saboreado apenas
ante la perspectiva sucia de la mañana;
el amor triste y cansado en los hoteles,
y la risa del hombre
y la riza feroz del hombre solitario
que camina acompañado entre multitudes
y en cada chinga tu madre realiza
la comunión del hombre.
Gabriel, el ángel solitario,
ángel por la sonrisa y por el nombre,
la risa obscena y limpia
como una prostituta la noche que descubre
que los hilos de sus medias se han corrido.
La risa, culebrón invadiendo los palacios,
haciendo retumbar todos sus cimientos,
rodeando cuerpos lavados en tinas olorosas,
pulcras cabelleras donde vive la lavanda.
Y la risa, y la risa, y la risa
heroicamente idiota de los otros,
la risa estalla en vez del llanto,
la risa con la que algún día
habremos de asaltar las otras lindes,
allá donde la risa surja con e alba
y nos ea un payaso hambriento,
absurdo y cruel, muriéndose en la noche.


Plaza Santo Domingo

Aquellos años vuelven por azares,
como si los relojes, conjurados,
hicieran de esta plaza el Universo.
Un solo adolescente, el mismo
sabor a calle vieja, las palomas:
tiempo de exploración donde el cuadrante
enloquece de puntos cardinales.
Un nombre se articula. El organillo
lanza antiguas canciones a las nubes,
como esa niña espera que le armen
el castillo que habrá de derrumbarse
a la vuelta del príncipe en derrota.
No es que vuelvas, palabra, estás naciendo
como si nadie hubiera pronunciado
tus silencios con música tan lenta,
como el niño que mira hacia la plaza
a su cuaderno limpio de palabras
para escribir, en su lenguaje torpe:
"Carmen".




Imagen 1. Plaza Los Ángeles, Colonia Guerrero, Ciudad de México, tomada de aquí.


Imagen 2. La Familia Burrón, tomada de aquí.


miércoles, 3 de noviembre de 2010

Memorias en lava



Poema que escribo mientras recuerdo el influjo del recientemente fallecido Alí Chumacero, poeta de obra breve y poderosa. Y pienso erupciones, en las gestas que yacen bajo las rocas.


*
Entre el cerro de cráneos
distingue al ahogador de raíces,
al que hace de los tabúes crápula,
a los remeros de la arena,
los de muertos en la simiente
en torno al fuego y a la espera.

Verás a los apóstatas
desdentarse en risas
entre sus iguales
de abrazos amputados:
clan que traspasa
horizontal
toda tribu
y naciente linaje.

Hermanos ateridos en el margen
sin afuera momentáneo de los círculos.

Embeberás lenguaje
de una era atribulada
en la enemiga yugular
de la erupción.

Aparta esa visión ultramarina,
interna, entonces, de la roca negra,
si no vienes con tiempo
de tramontar cicatrices
visibles ya a tacto de espejo ciego.

D.R. (R.S.R)



Imagen: "Cuicuilco, la ciudad que murió con fuego", tomada de esta página.

jueves, 21 de octubre de 2010

Poemas de Luis García Montero


Los tomo de Fin de siglo. Antología (ant. Luis Antonio de Villena, Madrid: Visor, 1992). Recién descubro a este poeta y lo comparto, así como la evocación de ese lugar majestuoso que es Granada, su tierra.



RECUERDO DE UNA TARDE DE VERANO

Aquel temblor del muslo
y el diminuto encaje
rozado por la yema de los dedos,
son el mejor recuerdo de unos días
conocidos sin prisa, sin hacerse notar,
igual que amigos tímidos.
Fue la tarde anterior a la tormenta,
con truenos en el cielo.
Tú apareciste en el jardín, secreta,
vestida de otro tiempo,
con una extravagante manera de quererme,
jugando a ser el viento de un armario,
la luz en seda negra
y medias de cristal,
tan abrazadas
a tus muslos con fuerza,
con esa oscura fuerza que tuvieron
sus dueños en la vida.
Bajo el color confuso de las flores salvajes,
inesperadamente me ofrecías
tu memoria de labios entreabiertos,
unas ropas difíciles, y el rayo
apenas vislumbrado de la carne,
como fuego lunático,
como llama de almendro donde puse
la mano sin dudarlo.
Por el jardín, el ruido de los últimos pájaros,
de las primeras gotas en los árboles.
Aquel temblor del muslo
y el diminuto encaje, de vello traspasado,
su resistencia elástica
vencida con el paso de los años,
vuelven a ser verdad, oleaje en el tacto,
arena humedecida entre las manos,
cuando otra vez, aquí, de pensamiento,
me abandono en la dura solución de tus ingles
y dejo de escribir
para llamarte.
(De Diario cómplice)


CANCIÓN 19 HORAS

¿Quién habla del amor?
Yo tengo frío y quiero ser diciembre.
Quiero llegar a un bosque apenas sensitivo,
hasta la maquinaria del corazón sin saldo.
Yo quiero ser diciembre.
Dormir
en la noche sin vida,
en la vida sin sueños,
en los tranquilizados sueños que desembocan
al río del olvido.
Hay ciudades que son fotografías
nocturnas de ciudades.
Yo quiero ser diciembre.
Para vivir al norte de un amor sucedido,
bajo el beso sin labios de hace ya mucho tiempo,
yo quiero ser diciembre.
Como el cadáver blanco de los ríos,
como los minerales del invierno,
yo quiero ser diciembre.
(De Las flores del frío)


NOCTURNO

A Ángel González
Aplauden los semáforos más libres de la noche,
mientras corren cien motos y los frenos del coche
trabajan sin enfado. Es la noche más plena.
Ninguna cosa viva merece su condena.
Corazones y lobos. De pronto se ilumina
en un sillín con prisas la línea femenina
de un muslo. Las aceras, sin discreción ninguna,
persiguen ese muslo más blanco que la luna.
Pasan mil diez parejas, derechas a la cama
para pagar el plazo de la primera llama
y firmar en las sábanas los consorcios más bellos.
Ellas van apoyadas en los hombros de ellos.
Una federación de extraños personajes,
minifaldas de cuero, chaquetas con herrajes
y el hablador sonámbulo que va consigo mismo,
la sombra solitaria volviendo del abismo.
Luces almacenadas, que brotan de los bares,
como hiedras contratan las perpendiculares
fachadas de cristal. Hay letreros que guiñan,
altavoces histéricos y cuerpos que se apiñan.
El día es impensable, no tiene voz ni voto
mientras tiemble en la calle el faro de una moto,
la carcajada blanca, los besos, la melena
que el viento negro mueve, esparce y desordena.
Yo voy pensando en ti, buscando las palabras.
Llego a tu casa, llamo, te pido que me abras.
La ciudad de las cuatro tiene pasos de alcohólica.
Desde el balcón la veo y como tú, bucólica
geometría perfecta, se desnuda conmigo.
Agradezco su vida, me acerco, te lo digo,
y abrazados seguimos cuando un alba rayada
se desploma en la espalda violeta de Granada.
(De Rimado de ciudad)


Nota: Sobre el autor.
Imagen: Tomada de este blog.

lunes, 18 de octubre de 2010

Aforismos de Fernando Curiel


En estos tiempos de mensajes menores a 140 caracteres, las manifestaciones de brevísimas piezas literarias resultan significativas porque parece que avizoran (pese a ser un género antiquísimo) el canal de comunicación y escritura contemporáneo que es Twitter (absténgase plagiarios). En esta ocasión, reproducimos algunos textos de aliento aforístico, de distintas secciones del libro Navaja (México, Premiá, 1991), una obra cuyas vertientes son el sentido del humor, la ciudad, la clase media universitaria, la música popular, además del oficio mismo de la literatura (absténganse plagiarios de tuits).


*

Libro de paso es aquel que se lee de una sola acostada.

Fe de erratas. El Apocalipsis precede al Génesis.

Libros hay que fusilan a otros.

Naturalmente que los libros malos se van al infierno.

Un fantasma recorre el comunismo: Europa.

Los últimos serán los primeros en saberlo.

La conciencia de clase termina con el año escolar.

El presente a toro pasado. Eso es la historia.

La burocracia cura la inteligencia.

Homenaje. Puta eres capaz de revivir a un muerto.

Al que no le habla Dios lo escucha perfectamente.

La pluma no mata pero transporta la flecha homicida.

Murió ciego, quiero decir, sin ver la suya.

Un aforismo saca a otro.

La razón es a la postre una fe ciega.

De mis reencarnaciones temo la anterior a la primera.

Estoy por concluir la lucha consigo mismo. De pendejo apuesto.

Trazo ambiciosos planes para el pasado.

Hacia el año nueve
aproximadamente
los desdibuja
un parecido incestuoso.

Aquel perfume que el afán de nuestros cuerpos maceraba. Floral, levemente excrementicio.

Al vestirte te despojabas, vidita mía, de tu mejor prenda.

"Detrás de todo gran hombre hay un fondillo" Li Tsu, médico.

"Un Don Juan es un alma en pene" Sigmund Freud, psicoanalista.

"El hombre es el lobo de Caperucita Roja" Walt Disney, mago.

"Lo que Prometeo quería era apagar el fuego" Ciorán, filósofo.

"El talón de Aquiles es Patroclo" Alfonso Reyes, polígrafo.


Imagen: Tomada de aquí.

Nota: Sobre el autor.

martes, 12 de octubre de 2010

Poemas de Coral Bracho




Breve y logrado este poemario (Peces de piel fugaz, México, Conaculta-Verdehalago, 2002), de donde reproduzco los tres textos.


En verdad te digo que has de resucitar un día de entre los muertos
En torno al laberinto un azufroso coro de ventanas,
bajo la sombra el viento:
     Ahí, sobre la piedra hueca,
     con las manos unidas
     y los ojos
     herméticamente abiertos hacia adentro
como el aire
cuando palpa
y se agota en oscuros tentáculos la noche
avanza,
     la torre
     tiene el color violáceo
     de cristales marinos,
   el viento
se amalgama a la roca, volcánica inercia opaca
de los muros,
     Ahí, sobre la piedra hueca,
     con las manos unidas
     y los ojos
     herméticamente abiertos, se desata la niebla que se
impregna —destilada y confusa— en el agrio sopor de
las ventanas.
   Es el olor compacto,
la densidad de llaga cuando exhala, que ha fijado tu rostro
al espeso caudal del laberinto;
     Ahí, sobre la pieda hueca,
     con las manos unidas
     y los ojos
fluyes la gaseosa sustancia del derrumbe.

   —el viento se ha encajado a la roca—

La noche inflamada se estira y convulsiona la torre,
   —la cavidad que oculta tu memoria—
porque has descendido aquí con voz de muerto,
   te han sepultado,
bendito seas
han dicho, bendito para alcanzar el reino de los cielos,
     ¿perdone, qué tan lejos de aquí?
        ¿de aquí?
olvidaron mi espejo,
        ¿su espejo?
        ¿ha olvidado su espejo?
Desnudo, sobre la piedra gris,
con las manos ungidas
        y los ojos,
hurgaste,
     desentrañando gestos y plegarias,
hasta obligar la carne a su fermento,
     Perdone
Para abordar la flama de los vientos que enroscados se
   ocultan
y te acechan aguardando tu polvo,
     —tu arrasable afinidad opaca
     con las piedras—.

          El viento, incisiva secuencia de la roca,
entra a la niebla de tu cuerpo, brota
          ¿Qué tan lejos?
¿qué tan lejos se dispersa tu boca en esta celda?
               ¿qué tan pronto se plasma?
     —olvidaron mi espejo—
Olvidaron tu rostro en el momento mismo del entierro
     —olvidaron mi espejo—
Y es así que te esparces en la creación el gas que te
   contenga,
     que diluya tu imagen,
     la prolongue
     al inasible espacio de la torre,
es ahora que creces
y tu expresión
es agua y podredumbre,
tu cadencia es el rito,
   tienes
el color de la tierra el olor ancestral
de lo que hierve por un siglo de lo que no se palpa, y se
   presagia
para nacer al cauce del silencio.
     Ahí, sobre la piedra hueca,
     con las manos unidas
     y los ojos
     herméticamente
     inciertos, cumples la sentencia que se ahonda
entre las rocas:

Y es así que llegara el momento en que la carne se adueñe
De sus cambios y haga estallar, su voz, al laberinto.

Desnudo,
Sobre la piedra gris


Tocan los vitrales ocultos
Los grillos (las termitas encubren
su discurso escarlata) cimbran por sus nombres los frutos,
los helechos. Tocan los vitrales ocultos
(las termitas recorren en silencio los ecos)
por el vaho vigilante,
la valla,
de altas noches en calma.


Piezas pequeñas
Sobre las valvas
de esta calle sedienta y aprisionada,
los enanos incrustan
pequeñas piezas de nácar.


Imagen: Vía esta página.