martes, 10 de agosto de 2010

Poemas de Elsa Cross

 


Todos ellos tomados de La dama de la torre (México: Joaquín Mortiz, 1972).


NIGREDO


3
Te digo que te quiero
pero en verdad no me importa que te pudras.
Puedo escupir en tus cenizas
y reírme de tu cráneo roto.
Te digo que te quiero
porque nadie me quiere a mí tampoco.
Te digo que te quiero
y ni siquiera me sé querer yo solo.


4
Hasta la saciedad.
Hasta no poder más mover un brazo,
recomenzar el baile
de la misma canción sucia y detestable.
Otro vaso de ron.
Los ultimos regalos
tiñeron de verde los dedos anulares,
infectaron la abertura de una oreja.

Se saturaba el cuerpo.
Quedaban en el piso del salón
lentejuelas torcidas y sin brillo.
Reponerlas en el mismo vecindario nauseabundo:
dos años de remiendos cuidadosos.
Rubios, impregnados de tabaco fino y de lociones,
daban a veces espléndidos regalos.
Oficiales del régimen.
Tiempos mejores.
Algunos años menos.
Más fácil por entonces
soñar un poco
y admitir libremente la alegría,
aunque afuera se escucharan
balazos y alaridos,
locomotoras que podían anunciar
días de pobreza o abundancia.

Que junto con mi carroña viva
se pierda ya todo de una vez.

Días pobres al cabo de los años.
Deambulando sin casa
cuando empezaron otra vez las grandes fiestas
y se pintaron las paredes del salón
y se compraron divanes y candiles.

Que me den un pan envenenado.


6
Tengo paciencia y humildad.
Barro mi calle en las mañanas,
riego la banqueta.
Hace muchos años
que aunque nadie las visite
todos los días limpio con cuidado
mi casa y mi conciencia,
asoleo mi alma percudida.
No estoy sola totalmente.
Cerca de la noche voy al parque
y bajo la estatua de esa dama desnuda,
la de piernas cubiertas por la hiedra,
aguardan por mí los ocho gatos.
A veces llegan más
y tal vez sólo esperan su merienda.
Hago sacrificios, doy limosnas.
Pero no me salen alas en la espalda.
A veces logro aquietar mis amarguras.


10
Encontré grabada en una piedra
la gran palabra de poder.
Voy a romper con ella
la ronda de los encantamientos,
me dije y dije
la primera sílaba
que destrozó mis dientes y mi lengua.


Nota: Datos sobre la autora.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Poemas de Saúl Yurkiévich


En esta ocasión, compartimos textos del libro Fricciones (México: Siglo XXI, 1969), donde abunda la poesía de corte social, la recurrencia al habla popular, la paronomasia y las aliteraciones.

Elefante herido
A Julio Cortázar
Madrugada
cuando el invierno herrumbra
las chapas del suburbio
por la calle del río
detrás de los depósitos
el elefante herido
muere dolorido
grita agonizante
desmesurada pesada
paquidermia
se desinfla
convulso estremecido
pide basta y no le dan
nadie acude
pero quién de nosotros
poblador de ciudad
burgueses calmos
monos
mezquinos solitarios
puede tan siquiera
consolar a un elefante
las nubes en los charcos
y papeles de diario
mojado
casi pasta
pegados al cemento
con un pedazo seco
que el viento
sin arrastrar
sacude
por la calle del río
contra un cerco de alambre
retiembla se desinfla
rugoso con chiflido
con un ronquido agudo
agridulce
relincha muge
se revuelve
clama alivio
pide basta y no le dan
¿quizá una caricia entre los ojos
sobre la trompa un paño de agua fría?
pero quien de nosotros
sabe
consolar a un elefante.


Apuros
--Este mes no le pago
no tengo plata.
--No puede ser,
si no paga marcha preso
y se queda sin casa
y sin trabajo.
--Nada tengo
¿qué quiere que venda?
ya vendí un ojo.
Tuerto aguanto,
ciego no.
--Hipoteque un pedazo de intestino,
le darán unos pesos
y un plazo razonable
para devolverlos.
--Ofrecí la oreja.
Me dicen que no hacen
injertos de oreja.
--Los de intestino prenden
y los pagan bien.
--El intestino es sagrado.
Pueden sacarme un dedo,
no los necesito a todos.
--Por el dedo, no le darán
casi nada
¿qué vale un dedito?
Conozco a un escribano
que se ocupa
de aparato digestivo.
Trámite reservado,
seriedad, confianza,
todas las garantías
--Déme un poco de plazo,
vendí un terreno.
Si el tipo no me paga,
le quito un ojo
y transfiero
la hipoteca.
Se la doy por la mitad,
usted siempre sale ganando.
--¿Ganando? Sí,
si sigo así
soy yo el que quedará tuerto.
Hipoteque el intestino
y se evitará tanta vuelta.
--Usted tiene apuro.
Total el tajo
lo reecibo yo.
Le doy dedo u oreja,
otra cosa no puedo.
--Bueno, por ahora
tomo lo que me da.
Asi no se puede trabajar.
¿Prefiere seguir colgado
a perder un pedazo
de intestino?

*
En una oscura cuchillería de la calle Ayacucho, pregunté cuánto costaban unas tijeras para cortar angustia.
--Cuatro arañas de la paja de banana --dijo el armero.
Me parecen caras. Sigo con la angustia.


Datos del autor: Saúl Yurkiévich.
Imágen: Metropolis, Paul Citroen, 1923 (del cual aparece una reproducción en la edición citada de Siglo XXI).

lunes, 2 de agosto de 2010

Entresueños a párpado amputado


Serie de poemas cuyos factores en común son la inconclusión, el arrebato, la madrugada y el delirio.

*
La impronta del eclipse ha embarnecido,
cicatriz ocular en tu impía loma
de elipse lánguida a la intemperie.

Menos al mar que al pulso ulcerado de minas
más allá de los renglones, en el latido cabrita.

Lunar fortalecido a mis expensas
como un hijo ruin de plúmbeos dientes.

Anda mejor que yo la ciudad ojos postizos
recuerda menos y mejor mi historia.

*
Afuera, la nictálope latencia, como tundra.
Ya todo lo inminente nos enquista,
al vaho que soy
y a quien mi voz convoca.

La duda inicua de saberse siendo
el don inocuo de habitar un cuerpo
guano, erección, dolor,
corruptor que a cualquier puro aprofana.

Serendipia de un motor, gritos urbanos:
parábolas de carne tras la puerta.

*
Elegiste un instante estival de tu capricho
para decir "detente"
y ahora lloverán miradas ácidas a mí,
la de sonrisa acantilado cuando lóbrega.

Imágen: Frantisek Kupka Localización de móviles gráficos. Óleo sobre lienzo, 200 x 194 cm. (Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid)

RSR (D.R.)