miércoles, 24 de marzo de 2010

Poema desciclado



Como decían los clásicos, de mi más reciente inspiración...

Al pie de la hondonada, mi trasbordo,
desmembrando briznas, humeante de farfullas,
un aire recuerda en mi piel ojos de magna impotencia,
espero en el muelle,
que un nombre sea mío, aspiro al perdón
al pan
a llevarme al menos a uno de los que vengan por servilletas

Un prematuro abrojo que enquista mis huesos y seca mis ojos.

A qué deidad el holocausto, vecinos, ignotos,
sierpes de otra especie, no la mía grisácea,
a quién decir gracias por vaciar mis ojos de globos que anhelan,
de besos opiáceos, de apócrifo apego al cuerpo prestado,
a la voz marchita que espeta "soy, vivo; ámame"

Detrás dejo el cálido, las vivísimas que acabaran pronto, un instante luego de la zarpa, detrás dejo el pálido silo de un orco portátil, por lo bajo rio y elido mirar otras cuencas limpias, por lo bajo el río se agarra sus désos.

Cruza el gusto anómalo mi instante, eco del día cumbre en que las selvas pidieron silencio. Esperamos el fin fundando eras, lamemos muerte en el limo dual del nacimiento. Se raja una galaxia en cada golpe de tambor y tiembla de éxtasis la vida en un individuo por cada carácter, tecleado o nonato.

Las voces, manos de huracán que quiebran mis nombres, testículos del mar,
las voces se me caen como el cabello del sueño emasculado
Y eres tu quien me amanece a salivarmesta más cerca del tiempo y la ceniza
Y eres tú quien pone velas a las convulsiones para sahumar el dejo a espejo violado.

Al pie del cerro turbio, un mulo que jadea,
Abajo el río, tambores y el reino de la química.

RSR (D.R.)

Foto. Mía: Conectemos

lunes, 22 de marzo de 2010

Poema de Mario Santiago Papasquiaro


Si la casa es nuestro rincón en el mundo, es interesante cuando se asume a una ciudad como la casa (tema del que escribe Bachelard, ese amenísimo hermeneuta que escribe como hablaba Bob Ross); se vuelve intemperie que aprisiona, lo que es mío siendo ajeno. Si además esa ciudad pasa por tiempos grises de impunidad y adormecimiento, cuando la vida de esa urbe es plétora de sacudidas frescas que se conectan con una historia de culturas moribundas, conquistas, ruina y esplendor, intercadentemente; más cuando el presente es adverso y el pesimismo cunde, nadie mejor que el poeta para expresar un sentir urbano.

Así imagino a los poetas que vivieron en México durante y tras el 68, atestiguando los años setenta y principios de los 80 la depauperización, la ruina del sistema, la polarización y la impotencia, sabiéndose voces en el desierto, pero voces capaces de persistir aun después de que su autor haya muerto. Considero tal etapa un proyecto para indagar el concepto de identidad en la obra poética de dos o tres autores nacidos en los cincuenta, y habitantes de la Ciudad de México durante buena parte de la práctica de su oficio.

Por ello, agradecí el regalo de un entrañable amigo, quien me entregó Jeta de santo. Antología poética 1974-1997, de Mario Santiago Papasquiaro, poeta infrarrealista, a quien Roberto Bolaño dibujó, en Los detectives salvajes, como el poeta Ulises Lima.

Mucho que decir sobre el poema que reproducimos de él en seguida; por ahora sólo nos limitamos a resaltar la intertextualidad como parte integral de su poesía (el título es paráfrasis de un verso de Gilberto Owen), así como su asumida influencia de la poesía surrealista y estridentista.


Si he de vivir que sea sin timón & el delirio
 
Envuelto en el poncho-pelos de simio del amor
la extristeza & el exfrío me pelan me salsaborrachean
el lote baldío (mis clarasoles) la risotada-moridor
          de mis banquetas
La ciudad: mi ciudad ayer tan garra / antier tan coágulo
se licua se altamarea se coralina --despegando como 1 guanaco o 1
     rompe-vientos con speed
por mis alas cosquilleantes planicies submarinas--
& no me pregunten qué agujeros qué agujetas
qué rabos con sarna qué anos chupados
mandrilean monoarañan gotean su buche sus cantigas
su lacrimal asombro (danzaevientre)
como 1 pequeña mano de hada
jugando al hidroavión en mis testículos

Envuento en el poncho-dientes de niño del amor
me llevo el labio la recua de mulas del tequila a la cabeza
hoy podría hablar de líbido & cognacs / de ovnis & carrozas
de las luces de bengala de la Piaf de los radares inalámbricos del pene

estoy que trazo un triángulo perfecto sin ayuda de manos & de pies
aunque es de noche invitoa 1 toque de diana a mi vejiga

las palabras me dan risa (sus manchitas sus paperas)

más calientes más cinéticos los vellos-lagartijos de mi niña
el zafado agú-dadá de sus cosquillas
la silla eléctrica la quemo ahorita mismo con caricias
no me vengan / no me vengan que el tarot & los pozos sin cubeta
     de mis manos

(¿era yo era yo ese muerto que remaba rayo abajo?)
no me vengan no me vengan ahoritita que me da vueltas la coraza
jamasito había masticado esas gotitas-chilepiquín de rechupete
               llamadeamorviva más sabrosa
hoy las cumbias me parecen nietzchenísimas
& los perros callejeros antílopes del congo
licifer & mickjagger me cantan --suavedúo-- canciones de placer
& travesura
& puede ser & puede ser que mañanita al cielo se le olvides
               su arte sus maromas
pero hoy me dejo guiar por el colmillo & la caudalosa alegría de mis pirañas
envuelto en las pieles selvas pulpas laberintos nada rituales dela mor
enciendo la luz dejo abierta la llave del agua afino el trino
                    afilo el pico
acaricio las axilas ageométricas de mis nuevos domicilios


Foto. Primer domingo de primavera 2010 en la colonia Roma, México D.F.

viernes, 12 de marzo de 2010

Un poema de Octavio G. Barreda



Nacido en la Ciudad de México en 1897, muerto en Guadalajara en 1964, perteneció integralmente a la generación poética Contemporáneos, de enorme influencia en las letras mexicanas del siglo XX. Algo mayor que la mayoría de esos artistas, fue incesante periodista y promotor cultural, editor, traductor, funcionario público, mecenas y entrañable amigo de todos ellos. Cierto, ante los grandes nombres de esa generación (Gorostiza, Novo, Villaurrutia, Cuesta o Pellicer; el mismo Gilberto Owen de unos años a la fecha) el suyo parece un poco rezagado en cuanto al reconocimiento que merece por su importancia en las letras nacionales, lo cual es atribuible menos a su importancia, que a su vocación por trabajar incesantemente tras bastidores.

No es extraño, pues, que su producción poética --por otro lado, exigua-- es casi desconocida. Yo, de hecho, la conocí hasta hace un par de años, gracias a un seminario coordinado por la Dra. Lourdes Franco, en la UNAM. Sin embargo, su temática mística y la calidad de sus Sonetos a la Virgen me impresionaron. Místico de una manera que proyecta a la imagen católica de la madre de Dios, en una lectura naif, pero que guarda resabios de un pasado cultural profano, más vetusto y profundo, que alude a la femineidad universal, como él mismo lo apunta:

Mis Sonetos a la Virgen (...) tienen al menos la intención de ese juego de fondos, ya que la virgen que ahí canto no es, para el iniciado, precisamente una virgen cualquiera ni la Virgen de las Vírgenes: la virgen madre, siempre fecunda y siempre virgen: la oculta, más allá de la Naturaleza; la virgen que es vida, muerte, resurrección: María en sus estrechísimas relaciones con el mar. (María, Mara, que vienen de la palabra mar: y éste, como se sabe, es el antiquísimo símbolo de la resurrección). (Schneider, 1995)

No obstante, el mismo Barreda no tenía en gran estima (modestia del obrero cultural) sus poemas; pero, como bien se sabe, hay autores a quienes la subjetividad natural frente a sus propias obras, los lleva al menosprecio. No estamos de acuerdo con el autor: creemos que son espléndidos y, por ello, Semiofagia se complace en presentar uno de estos sonetos, publicados en 1937. Sea.


Para qué esta ola --Tú-- que llega al puerto
Y revive el deseo entre las sales?
Ah! de nuevo las islas de cristales
Rodando inútilmente en el desierto!

Ah, el corazón que cae no más incierto
En lo hondo de tus aguas verticales
Oh Virgen, Mar, qué manto de corales
Qué medusas hiriendo el ojo muerto.

Después, delicia! Ahogada en la memoria
Otra vez hacia arriba, hacia las olas
Mas ahora el cuerpo intacto sin historia

Flotando sobre ti, contigo a solas
Oh, siempre Mar, oh mara temblorosa
Sobre tu carne, oh Hija, abierta en rosa!


Bibliografía:

* S/A. Octavio G. Barreda (1867-1964) Homenaje. Guadalajara: Casa de la Cultura Jalisciense, 1964
* Schneider, Luis Mario. Otros contemporáneos. México: UNAM, 1995

Imagen: Madonna del Latte, Bramantino, 1490.


miércoles, 10 de marzo de 2010

martes, 9 de marzo de 2010

A propósito de "Tiempo y cuenta" de Fray Miguel de Guevara



Escribió Augusto Monterroso alguna vez que casi ningún prospecto de escritor o estudiante de Letras está tan loco para pensar que será rico algún día por su actividad, pero casi ninguno, tampoco, está dispuesto a renunciar a la fama.

Casi apotegma tal frase, difícilmente puede ser axiomática, dados los casos individuales que la matizan: tengo un amigo editor, quien además de admitir sin reparos que no le gusta la poesía (no mucha de la poesía que hay, no sólo cierta poesía o para muy determinados momentos, sino que no le gusta), me comentó que desde aspirante a estudiar Literatura, su propósito principal fue hacer dinero, lo cual --me consta-- ha conseguido; en contraparte, conozco muchos casos de obreros literarios que entregan su esfuerzo al rescate de escritores olvidados y parecen tener alergia a las pálidas luces del Parnaso doméstico. Hay de todo.

Yo debo admitir que me dedico a esto moviéndome entre la supervivencia laboral y un delirante deseo de salvar la vida en esa economía de los actos contra las omisiones, de lo afirmativo contra lo deleznable, que viene de eso que se llama ética. Hablemos del innoble, que es más interesante.

Además de la posibilidad, no por difusa menos cierta, de ligarme a alguna incauta tras recitarle unos de Lorca (e invitarle unos al pastor), la literatura da a veces la oportunidad de ganarse un prestigio fugaz, pero que puede valerte salvar la vida o ser invitado unos mezcales. Tal me sucedió en Michoacán, hace varios años, cuando alguien me preguntó por Fray Miguel de Guevara.

La intención de la pregunta era demostrar que yo no lo sabía todo (lo que es al cabo condición connatural al hombre y por tanto un derecho); para mala suerte del Malaleche, acababa de leerlo en una edición de la UNAM sobre poetas novohispanos; así que tras enunciar los datos básicos de este poeta, también me dio la memoria para parafrasear de manera más que aceptable este portento de poema:


Pídeme a mi mismo el tiempo cuenta;
si a darla voy, la cuenta pide tiempo:
que quien gastó sin cuenta tanto tiempo,
¿cómo dará, sin tiempo, tanta cuenta?

Tomar no quiere el tiempo tiempo en cuenta,
porque la cuenta no se hizo en tiempo;
que el tiempo recibiera en cuenta tiempo
si en la cuenta del tiempo hubiera cuenta.

¿Qué cuenta ha de bastar a tanto tiempo?
¿Qué tiempo ha de bastar a tanta cuenta?
Que quien sin cuenta vive, está sin tiempo.

Estoy sin tener tiempo y sin dar cuenta,
sabiendo que he de dar cuenta del tiempo
y ha de llegar el tiempo de la cuenta.
Así, aquella fue una tarde triunfal en que lo poco que uno sabe valió para escuchar decir de mí "maestro".
Foto. Yunuén, Michoacán.

viernes, 5 de marzo de 2010

Otro ingenioso video

Como en tratándose de un grupo contemporáneo, de seguro en algunos minutos no podrá ser visto desde aquí... No importa, chécalo en youtube, vale la pena.





Siempre de celebrar trabajos así. También recomendamos este otro (no musical, sí artístico y performativo), anteriormente publicado por nosotros, chivos sin cristalería, pero ricos de precipicios.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Harrison & Simon

Excelente versión de una rola que me hace falta escuchar a ciertas horas y bajo ciertas circunstancias.

Variantes



Sigo recuperando archivos que el olvido y el traspapele me han ganado por un tiempo; este poema, según recuerdo, fue absorbido en correcciones posteriores dentro de otros poemas que incluían algunas de sus imágenes o temas. Sin embargo, bien sabemos que un asunto es el plan del autor y otro sus productos; a veces es uno u otro lo que se impone. Si al escribir renuncias a lo no escrito, quedará la duda de si lo eliminado no era mejor que lo escogido.


Todo se hacina en ti, no hablas ni miras;
un número, un embrión sólo probable
otra vez, sueñas borrascas
de otro modo que aquel beso
abajoarriba
que termina en horca,
sueño a sueño
—con bancos de cenzontles mancos de canto,
tímidos truenos sin víbora loca de luz
al emprender al oeste el vuelo—
en tarde crasa al despertar:
nada se mueve
ni nubes que dieran
qué por ser arpegio
y cuánto por dejar crecer violetas
en la faz de sus ahogados—

un trueno nada más
rugido triste
suficiente para despertar
e ir del terror a la indolencia

—O tal vez, ángel idiota,
lenguadentro vueltaluna
en el charco de los cielos
a la pesca de miradas—

Luz en letargo
de sol
asperja polen

La hoz baldía del aire
afiebra
de cal tu cara

Ese barrunto, un de repente incesto
a la tierra madre que la teje estambre,
hambre de su regazo, leche negra
más que dar vida tiene a raya a la muerte
en coleos de albufera reptando hacia el pesebre

Esta es la hora irreductible de los otros:
cómo hacer un abismo e injertarle un puente
si extraviaste el papel que prueba tu existencia
y el cemento ya se niega a ser gaviota
y la ventana tan lejos
del arrojo púrpura que se dilapida a cántaros
¿Es el recuerdo de un lago o una lluvia de arena?
En un rincón ahora, pero un tiempo
moliste vidrios en la entrepierna
noche para esos labios:
ya en tu piel los trazos se prospectan
pistas donde aterrizarán las pesadillas
¿Es una llama o una caricia necia?

El pez paría
Corales
Para afrentar al barco

La celosía
De bruma
Y admonición de cine

La osamenta, un laberinto en retirada
cuarteada por la prisa de las horas
que no saben esperar, deben huir
de las ideas fijas —Respuestas:
frutos del engaño, solvente de los miedos,
también niños— y mirar la noche toda
como a mujer desnuda sin su anuencia
o a la crisálida extraviada de cada ola

La duda umbría
te acerca
el baúl de las máscaras

A ratos, en tu camino estático
fulge y alumbra tus visiones
la tarde
—un desove de tortuga
a medianoche—
es milagro doloroso

Un dedo cubre al sol
de la tarde queda una entelequia

Dónde las noches de espadas
dónde el perfume robado en dos de bastos
sólo el recuerdo obrero de un mayo
nombres de próceres en pueblos borachos
y adjetivos tan pictóricos
como el machete junto al muerto

La vida sale de etiqueta
y no te llama, sábelo ya, Salomón
que maltrata por placer a los camellos
con sermones —enumera,
recorre y rota
las cuentas de tu rosario—,
auriga cabalgando ápodos
tornasol de aceite
sobre el agua clara

La travesía
se vuelve
una negra hondonada

y en esa vía
de sombras
postales de una lámpara

Foto. Mía. Estampa de Ciudad Universitaria, Cd. de México

RSR (D.R.)