lunes, 21 de marzo de 2011

Poema de David Huerta


Este poema en tres fragmentos, lo tomo del libro Versión (México, FCE, 1978), cuarto poemario de este autor nacido en la Ciudad de México tan ampliamente reconocido, que es anterior a su desbordante Incurable. En un autor cuya formación poética comenzó intensamente en casa, como es Huerta, las reflexiones metapoéticas resultan significativas; es un libro en que ya pespunta la madurez de un autor que confronta en numerosos poemas su experiencia personal contra la de sus grandes influencias, asumiendo distanciamientos y filiaciones (no mutuamente excluyentes), descubriendo con ello plenitudes de la propia voz, sumada a las voces de su tiempo.



Índex


1
Cada tema entra alguna vez en el claroscuro de la palabra que lo convoca,
la cosa, la mera cosa rala y directa, cede a la ola del lenguaje,
la frase recortada termina en el agua de la página como un pedazo
   de madera para el naufragio tenaz, deseoso, escéptico, niebla
   de filo en llamas,
del escritor: a este mar has llegado, hijo del hombre,
pedazo agitado de la neutra realidad, encendida pobreza con sólo
   oscuras manos para meterlas en esto, hirviente y desolado,
con ojos vagos para el enorme trazo que todo te daría,
con la boca meticulosamente puesta en el silencio de escribir,
   mientras afuera tiembla el verano con pesados reflejos.


2
Y es cierto: cada tema entra en el orden longilíneo de estos signos,
   en el espacio de los sentidos posibles
en el área donde alguien supone que todo se entenderá,
dispuesto así, en renglones inequívocos y sumisos al diccionario, a la biblioteca, a la tradición,
todo el aire sucio y la saliva colocados cuidadosamente afuera,
expulsado el verano con su pegajoso sudor de tiempo, con sus
   arenas confusas --y no hay otra manera de decirlo.
Escribir sería o es una forma de la pobreza, una porquería disculpable
--pero ¿hay que pedir perdón por algo?--;
Artaud tenía razón, siempre es mejor abrazarse a uno mismo y roer
   estos huesos en un rincón aparte, no molestar a los demás,
   inocentes y esquivos,
no perseguirlos con estas cuartillas que arderían tan bien durante el
   invierno, en los suburbios.


3
"Escribir" deposita la realidad contra el azul o el blanco,
finge correr bajo el agua del tiempo, toca las manos con un ardor continuo
y pone un alfiler de sombra en los ojos, bajo la noche que no cesa.
Algún fantasma viene por corredores, con sangre de la luz en la
   línea de su desplazamiento,
llega a "escribir" como al país de dicha y pesadumbre
donde niños cambiantes abren los ojos con un color de exilio en la mirada.
"Escribir! puede ser un placer prohibido, una amenaza clara;
pero también, algunas veces, entra en los ministerios sobre la nube
   de la sintaxis,
calma la asidua vigilia del hombre contemplativo que mira el mar,
acompaña la siesta o la imaginación de la señora sola,
esfuma el ansia o la posterga, viene a ser una suerte de filatelia o de
   entomología.
"Escribir" es un contrasentido "en la noche de los tiempo que corren".
"Escribir" es a veces meter un poco las narices en la quebradiza imagen
de un lugar donde vivir puede valer la pena.


Imagen: Portada de Era-Conaculta, del mismo título.



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