lunes, 4 de octubre de 2010

"Treno a la mujer que se fue con el tiempo" de Josú Landa (fragmento final)



(…)

(es ser estando en el corazón del ser
más raigal que levar el alma y andar
fundirse con la voz eterna: siempre
como partícula y forma en las formas

pero es algo que no sabemos decir

es estar en el ser como no estando
palpitación ígnea en todos los cuerpos
hilván del instante con la eternidad
el germen vivo en el foco y en la sombra

pero no hay modo de poderlo decir

es ser vibrando en los linderos del ser
la rosa en sí en la palabra rosa
punto al viento pero bien firme y recio
la proa del tiempo y su fervor perenne

pero es algo que no podemos decir

es ser y ser emergiendo sin parar
es la mano   en la piedra y en la mies
y es la onda cuando monta el elemento
la savia y su lección de permanencia

y no hay palabra que lo pueda decir

es perseverar en el ser más hondo
en la vértebra misma del deseo
poder con poder de principio y llama
por siempre toda muerte trascendiendo

pero no hay verbo que lo alcance a decir)

estarás en las sonrisas que alumbró tu boca
en eso arde un símbolo y se intuye la mirada en el crepúsculo
como el oro escondido pero vivo en el brumal
cintilar de ondas por billones en el oro otro del reflejo

nada de bramar y ansiar parcas como tristes
recuerde pues el seso (ya no dormido) cuán presto vendrá el placer
más lenitivo una vez en plan de antimateria
calma o tigre   igual será la fuerza por fin cumplida del deseo

que tal cuando esplendas diosa y rayo en el solsticio
nadie ni siquiera omnipotente te asestará un juicio final
te hallaré en el aroma de las ninfas por venir
como el piélago en el cántaro endeble pero firme del silencio

será un mar de ardentía la niña en tus mil ojos
tú como piedra primera y más honda de la línea y el cimiento
la casta del óleo en el gran altar del misterio
oh fuente sin fin y embrión   así en la gleba como en la sal y nube

señoreas en el paso muelle del felino
te gesta y pare la matriz temblorosa de la ola y la corriente
así como el canto rodando de labio en labio
o los aullidos tarahumaras y la hojarasca que siempre nada

claro que tus signos abandonarán su costra
leeré tu santo y seña en la estrella y en la niebla o en el semen
y el tumulto de granos vertidos por la espiga
dirá de ti como el sol crió en los marfiles del hermano lobo

serás el seno y sino en la causa y el efecto
lloverás   nevarás y posarás como césped sobre tu polvo
desaparecerás del concepto del naufragio
sin cometer el terror de poner la llaga en la uña y en la flama

fragor (aunque discreto) en los astros y úteros
me abrazarás con la onda ecuménica de tu cuerpo nuevo y sin fin
ideal para que nada te separe de nada
absolución de la materia   inmune así a la enfermedad del tiempo

extraño ardid la muerte para innovar tu vida
te infiltrarás en el fuego de la mano y el hielo del glaciar
eso sin tocar la joya en que te convertirás
el suelo-luz que soñará el horizonte para ser horizonte

se acabó la distancia entre tu nombre y el mármol
ya eres el paraíso con su errancia y su ingenuo afeite de tiempo
de una vida sólo puede nacer otra vida
me aguardarás con labios de alba cuando me llegue la hora de partir.

Landa, Josú. (2006) Treno a la mujer que se fue con el tiempo. México: Ediciones Arlequín.


Recuerdo bien, hace unos años, cuando leí este intenso poema de largo aliento, en otra edición que la aquí citada —la cual también conservaba rasgos de imprenta que lo hacen singular, como la orientación horizontal de la página, las voces alternas entre cursivas y redondas, así como el rechazo por usar mayúsculas a inicio de versos y el evitar el encabalgamiento, el que cada versos sea una declaración en sí mismo—, me resultó conmovedora su profusa divagación sobre el ser, la eternidad, la permanencia en el tiempo y los ciclos regenerativos de la vida, a partir de la muerte dolorosa de una mujer que se percibe para la voz poética tan cercana como la madre, y la expresión del sufrimiento por esa pérdida —el treno— cataliza una disquisición más abstracta y más universal que alcanza momentos notables.

Concuerdo con las palabras de David Huerta en el epílogo (pp. 59-62) a este poema, cuando lo califica de “hondo y mutidimensional” y de que el autor ha logrado con este poema “obra grande y resistente por su nobleza y por su hermosura emocionada e inteligente”.

Imagen: "La Catrina" de José Guadalupe Posada.
Nota: Sobre el autor.


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