miércoles, 10 de junio de 2009

Ni se olvida ni se deja

Ulrich vuelve brevemente a la ciudad, luego de haber permanecido algunas semanas, junto con su hermana, en la casa de su infancia, ocupados en los arreglos testamentarios tras la muerte de su padre y entretenidos dilucidando sobre moral y sociedad. Ya en Viena, se acerca adonde Clarissa, una entrañable amiga que estuvo enamorada de él: en la calle, la percibe desde lejos, lo que le da la oportunidad de estudiarla mientras se le acerca; cuando ella lo mira, Ulrich reconoce la frialdad de quien ha superado el amor malsano hacia quien se mira mirado, y ya transita hacia ese desprecio inevitable, ya más ya menos voluntario, de quien ha dejado de amar y no puede esconderlo (resumen de un pasaje leído en El hombre sin atributos).
Si, como dice Levinás, en el ámbito del erotismo, el silencio del rostro dice "no matarás", el desdén de quien abandona, su rostro, abierta o involuntariamente dice "para mí estás muerto". El desamor nos convierte en fantasmas, nos desprovee de "los seis sentidos mágicos" que refiere Gilberto Owen como causa de un amor que ahora sabe irremediablemente perdido.
Sin embargo, igual el Sindbad owenianao, un día te levantas con la claridad de que has olvidado ademanes, teléfonos, palabras íntimas, el número de cuarto o la cita favorita de quien pensabas nunca olvidarías; si antes deseabas un instante más, un verla de lejos, un saber de ella algo cierto, ahora -de haber la oportunidad- rehuirías el encuentro estéril con quien te mató un instante y ahora desearías estuviera viva para no engastar casualidades indeseables y potencialmente cafeteras en un Valle de los Muertos que, sospechas, no te renovará la visa de residente y habrás de volver a Tierra Diurna y su carnaval perpetuo de miradas que buscan en otros ojos escuchar "vives".
Dejo la entrada con el recuerdo de mi madre, cuando más joven, cantando "Un viejo amor" de Esparza Oteo, acompañada por la Musipista de acetato en 33 revoluciones.
Por unos ojazos negros
igual que penas de amores,
hace tiempo tuve anhelos,
alegrías y sinsabores.

Y al dejarlos algún día,
me decían, así, llorando:
"No te olvides vida mía
de lo que te estoy cantando"

Que un viejo amor...

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