Si, como dice Levinás, en el ámbito del erotismo, el silencio del rostro dice "no matarás", el desdén de quien abandona, su rostro, abierta o involuntariamente dice "para mí estás muerto". El desamor nos convierte en fantasmas, nos desprovee de "los seis sentidos mágicos" que refiere Gilberto Owen como causa de un amor que ahora sabe irremediablemente perdido.
Sin embargo, igual el Sindbad owenianao, un día te levantas con la claridad de que has olvidado ademanes, teléfonos, palabras íntimas, el número de cuarto o la cita favorita de quien pensabas nunca olvidarías; si antes deseabas un instante más, un verla de lejos, un saber de ella algo cierto, ahora -de haber la oportunidad- rehuirías el encuentro estéril con quien te mató un instante y ahora desearías estuviera viva para no engastar casualidades indeseables y potencialmente cafeteras en un Valle de los Muertos que, sospechas, no te renovará la visa de residente y habrás de volver a Tierra Diurna y su carnaval perpetuo de miradas que buscan en otros ojos escuchar "vives".
Dejo la entrada con el recuerdo de mi madre, cuando más joven, cantando "Un viejo amor" de Esparza Oteo, acompañada por la Musipista de acetato en 33 revoluciones.
Por unos ojazos negros
igual que penas de amores,
hace tiempo tuve anhelos,
alegrías y sinsabores.
Y al dejarlos algún día,
me decían, así, llorando:
"No te olvides vida mía
de lo que te estoy cantando"
Que un viejo amor...
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