jueves, 6 de mayo de 2010

Cuento fantástico mexicano de 1810



He aquí un cuento anónimo que está por cumplir doscientos años de haber sido publicado en un diario de la Ciudad de México. Lo transcribo de la recopilación Guía de forasteros, estanquillo literario II, editada por el Instituto Nacional de Bellas Artes de México en 1985, con motivo del 175 aniversario de la Independencia y 75 de la Revolución Mexicana, es decir, hace 25 años. Llegó el libro a mis manos por casualidad y en feliz coincidencia lo invitamos a Semiofagia en su edición Bicentenario. Al final haremos un comentario, por ahora transcribo.

Narración interplanetaria

Un relato de ciencia-ficción de principios del siglo XIX. Este extraordinario cuento apareció en el Diario de México en julio de 1810. Su autor anónimo, siguiendo el estilo del legendario Cyrano de Bergerac, describe las complicadas relaciones entre los moradores de distintos planetas.

Los moradores del globo de Júpiter, gente muy resuelta y determinada, tuvieron valor para viajar por los aires y llegar al globo de la Luna, de donde sacaron inmensa cantidad de plata. Los habitantes de Saturno, en donde el estaño se cría con abundancia, celosos de la feliz empresa de los de Júpiter, dijeron entre sí: “Pues nosotros abundamos en estaño, hagamos varias invenciones de él y las trocaremos por los metales preciosos que tienen los de Júpiter.”
Estos se dejaron seducir de tal manera con la hermosura y comodidad de estas invenciones que no sólo les daban los tesoros que habían traído de sus peregrinaciones, sino aun los frutos de su propio planeta.
Los habitantes de Júpiter estuvieron mucho tiempo admirados de hallarse pobres, cuando eran dueños de casi todas las riquezas; pero una mutación extraña corrió el velo a éste tan bonito engaño, y desde entonces dizque comenzaron a gastar lo superfluo en mantener a sus naturales.
Cuando los moradores de Júpiter comenzaban a practicar tan bellas reformas, se entrometió en el gobierno un aparecido príncipe, con un sobrenombre ridículo y demasiado necio, pues creyó que necesitaba de los que vivían en el planeta Mercurio para hacer felices a los de Júpiter, sólo por la oposición que aquéllos tienen con los de Saturno.
El tal ministro sabía muy bien que los de Mercurio padecían una lepra que consistía en unas manchas relucientes pero demasiado apestosas, que (supongo serían como pescado ahumado) provenían de unas exhalaciones del planeta Venus, por acercarse demasiado al Sol, había despedido sobre ellos. Entraron pues los de Mercurio al planeta Júpiter y en breve tiempo contagiaron innumerables ciudades: ya no se hablaba de reformas: innumerables hospitales eral los que se disponían para curarse; pero siempre empeoraban, porque los de Mercurio no cesaban de venir y entrometerse. Cuando hete aquí que se aparece un terrible cometa con una formidable cola, que despidiendo un calor excesivo mataba a todos los que se hallaban contagiados y aun lastimaba a algunos sanos. Duró poco este cometa infernal, porque con un movimiento retrógrado volvió hacia el norte.
De aquí nació una revolución, pues los de Júpiter trataban no sólo de separar los buenos y los sanos de los enfermos, sino también de echar fuera del reino a los de Mercurio; pero éstos, más astutos, se habían robado ya (se entiende con qué fin) al jovencito rey, que aunque sano, visitaba casualmente un hospital de los apestados: se lo llevaron hasta Mercurio, y con él a otros enfermos de mucha consideración.
Los que han quedado no saben el camino hasta su planeta, y ahora para huir se guían por un satélite pequeño o fósforo, que dejó el cometa; pero se va apagando mucho, apenas da luz, y si los moradores de Júpiter siguen con firmeza el plan que se han propuesto y empezado, pronto se hallarán libres y sanos. Sus mejores astrónomos creen que el cometa va a hacer una órbita excéntrica y que no puede sino volver después de mucho tiempo, o quizá nunca, porque han sabido que disminuye su mole. No les queda otra cosa que hacer a los de Júpiter sino cuidarse de los contagiados, unirse con los sanos y tener firmeza.

Cita: Guía de Forasteros estanquillo literario, Vol II (del 17 al 32). México: Instituto Nacional de Bellas Artes, 1985. (Año I, Vol. II, Núm. 2 [18], pp. 1 y 8)

Varios asuntos me resultan curiosos de este cuento, comenzando porque, ciertamente, tiene elementos de ciencia ficción, como la “mutación extraña" que aleja a los jupiterinos del consumismo, la lepra interestelar por exposición al Sol o el inesperado movimiento retrógrado del cometa; creo, sin embargo, que en el texto predomina la crítica social –que evidentemente no se contrapone al carácter fantástico‑ hacia un país grande y con recursos, que bien sea por el embrujo de los artefactos de estaño (¡cuando ellos explotan la plata de la Luna!) por las malas decisiones, azuzadas por estrategias de defensa, de pésimos caudillos.
El motivo del cometa es una curiosa bisagra entre las creencias populares, los registros astronómicos prehispánicos y la incipiente –esto lo supongo‑ astronomía novohispana; significativo es, también, que se hable en vísperas de la revuelta independentista del cometa como un índice de cambio social. La relación que se hace del cometa en el texto con las epidemias (otro factor muy presente en la psique colectiva del México del XIX) es otra muestra de su importancia. Desde el punto de vista de las coincidencias históricas, también cabe señalar que cien años más tarde, el cometa Halley cortaría el listón para la crisis política que desembocaría en la Revolución.
Aun los lectores versados en la literatura fantástica, ubicando este cuento en su contexto histórico, reconocerán que se trata de un texto eficaz. Incluso, el anónimo autor se permite un rasgo de indeterminación –como lo llama Iser‑ en cuanto al rapto del joven rey, que se llevan a su planeta los mercurianos, hilo narrativo que quedaría trunco sin justificación, de no ser por el sugerente paréntesis “se entiende con qué fin”, que se justifica porque el cuento termina apuntando hacia el futuro de un planeta devastado por las malas políticas y conducción económica, así como por las catástrofes naturales, a las que no tienen –según el autor‑ más que hacer cara con entereza y aprender de su historia. No obstante, el niño rey jupiteriano secuestrado por los de Mercurio, adquiere resonancias legendarias, germen de otra historia, mostrando, como señalaba Hemingway, al cuento como la punta de un iceberg.

Imagen.  "Homenaje al cometa Halley". Grabado de Felipe Lamadrid que encontré en la red (vía: http://felipelamadridgrabados.blogspot.com)



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