sábado, 19 de septiembre de 2009

Estoy harto de rodar como una noria o que perdone tu señora

Hace unas horas, como andaba optimista, leí esta publicación acerca de los escritores que se suicidan, de la cual rescato la frase "el único riesgo profesional de los poetas es el suicidio", lo cual, sin ser enteramente exacto es bastante divertido (si se lava uno los dientes con la marca macabra que usa un servidor).

Eso me hizo pensar en la primera vez que tuve contacto con un suicida: se trataba de una joven (llamémosle S) en su lozanía que vivía enfrente de mi casa. Con la curiosidad y la justa impunidad de un niño, me asomé a su cuarto algunas veces, lo tengo fresco porque me asombró la cantidad de recortes de artistas de Siempre en domingo, tomados de diarios y revistas, tapizando sus muros de cartón, como la ropa tapizaba en suelo y la cama. Del aparente caos, sobresalía enmarcado un centerfold del TVyNovelas, donde ella y un cantante español pegaban los cachetes (entre sí), trofeo al que se hizo acreedora junto con una cena exprés y la sesión de fotos gracias a su pronta y correcta respuesta de una trivia sobre la trayectoria del referido.

S solía conversar mucho con mi mamá, quien no por serlo era demasiado mayor que aquella; yo, con la curiosidad y justa impunidad de un niño solía adentrarme en el misterio de sus conversaciones ilusoriamente privadas. Así me enteré de que S andaba con el chofer de su trabajo (llamémosle Ch); que era casado, pero que lo amaba "más allá de los límites" y que "contra el corazón no se podía luchar".

Aunque a mí me pareció un largo periodo, sospecho que pasarían pocos meses antes de que ella quedara embarazada, llevando con ello la historia y mis revelaciones a lugares más comunes. Pero, en el medio hubo un incidente: gritos, señoras yendo y viniendo, finalmente una ambulancia y sus paramédicos sacando a S escaleras abajo entre hayvaelgolpes y plegarias.

Lo interesante del asunto fue una vez que salió de su lavado gástrico y terapia de médico inconforme, cuando contaba la experiencia (mientras yo espiaba cada vez peor y a ellas les importaba cada vez menos), una vecina le preguntó, inevitablemente, que aclarara por qué lo había hecho. "Ch me engaña". ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? Con la güila que nos has contado, ¿verdad?". No sé exactamente". Pero ¿te contaron? ¿Confesó? ¿Los pescaste en la maroma?

S rompió en llanto, pero hierática en una pausa declaró: "No, nada de eso. Pero las mujeres tenemos un sexto sentido".

No digo que dejé de ver Siempre en domingo (quien haya vivido en México por esos años, sabe que eso era punto menos que imposible). Pero sí dejé de tomarlo en serio.

¿Será por ello que ahora soy un poeta que va suicidando no sólo personajes, sino además nombres propios y pseudónimos? Lo ignoro. Es insondable. Lo único que resta es sacar fuerzas de flaqueza y enfrentarnos a los feroces recuerdos ocultos. Tengo que centrarme en ese póster que era el tesoro de S antes de convertirse en lo que es, o era hasta las últimas noticias que tuve.

No pido que me sigan, o háganlo bajo su propio riesgo. Con el siguiente video entraré a una regresión hipnótica. No hay garantía de volver o, de hacerlo, es probable que no vuelva a ser el mismo, pero ahí vamos.



Y dice la vocecita: "No te hagas el guaje ni el puro: bien que le entras a la balada setentera".
Me han descubierto. Lo admito. Soy fan de Manoella y qué. Esta va por la casa.

1 comentario:

  1. jajajaja!!!! se ve que de niño eras curioso eh!!! en cuanto a lo del sexto sentido creo que los hombres tambien lo tenemos solo que casi no le damos importancia siempre estamos ocupados en cosas mas importantes.
    y como dice Camilo Sesto amor de mujer eres como un juego de azar te da la buena suerte o te la puede quitar!!!

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