Vocabulario
“¿La Pologne? ¿la Pologne? Ahí se muere una de frío, ¿verdad?”, preguntó tras un suspiro de alivio. En tantos países se recurre al clima como el tema seguro por excelencia, para cualquier conversación.
Yo quise refutarle: “Los poetas de mi pueblo, madame, escriben sus versos con pinzas. Y no es que siempre sean tan acuciosos; no: se desenfadan si la luna entibia lo preciso, y entonces, en estrofas calmas de estentóreos plañidos loan las sencillas vidas de nuestros pastores de focas, pues sólo en recipiente tal es posible embeber el rugido incesante de la ventiscas. Nuestros Clasisistas, por su parte, encriptan sus odas en estalactitas de tinta sobre el caudal varado de una avalancha; los demás, los Decadentes, claman contra el destino y secretan nieve en vez de lágrimas (Si alguno quiere ahogarse, requiere a la mano un hacha para cercenar el hielo). Así, como le digo, mi estimada madame”.
Eso quise decirle, pero olvidé cómo se dice “foca” en francés y tuve dudas sobre “estalactita” y “hacha”.
“¿La Pologne? ¿la Pologne? Ahí se muere una de frío, ¿verdad?”.
“Pas du tout”, contesté parcamente.
Sobre estar mal contigo mismo
Jamás conjuga culpar el buitre;
el jaguar ignora qué significa escrúpulo;
no aflige la vergüenza a la piraña cuando ataca.
Y las víboras llamarían limpias
a sus manos, si tuvieran.
De remordimientos no comprenden los chacales.
Leones ni chinches vacilan en hacer su labor.
Vacilar por qué si sólo ejercen su derecho.
Aunque una tonelada carga el corazón
del asesino de ballenas,
se vuelve frágil de pronto.
En el tercer planeta de este sistema solar,
con señas de bestialidad por doquier,
la conciencia limpia campea a la delantera.
Nota de gratitud
Debo lo impagable
a quienes no amo:
El alivio, de que otros
sean quienes los necesiten.
La dicha de no ser yo
el lobo para su oveja.
La calma, al estar con ellos,
la libertad…
Eso, el amor no es capaz
de ofrecer ni de tomar.
No los espero en ve y va
de la ventana a la puerta.
Con paciencia de reloj
de sol y sombras,
comprendo cuanto el amor no puede
y le perdono como a él está vedado.
La distancia entre su encuentro
o una carta,
serán días, tal vez semanas,
jamás una eternidad.
Con ellos, viajar no es un sobresalto;
es oír de verdad conciertos,
es ver las catedrales,
presenciar en calma el teatro.
Si siete ríos o montañas
se me interponen a ellos,
montañas son y son ríos,
que se hallan en cualquier mapa.
Si vivo en tres dimensiones,
no es lírico ni retórico
sino mera espacialidad:
si a alguien lo debo es a ellos.
Ellos mismos, cabalmente,
no valoran el tesoro
que para mí es sus manos huecas.
“No les debo nada”
de ellos opinaría mi amor
si al caso le preguntaran.
Nota 1. Con esta entrega concluyo las publicaciones de esta poeta (al menos por ahora) y concluyo evocando en silencio los momentos que viví en su patria y con sus compatriotas, allá y aquí. Un vodka y un tequila por ellos.
Nota 2. La foto de Wislawa la tomé de esta página. La de la estación de trenes de Cracovia, de esta otra.
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