Esta anotación tiene dos vertientes: la de la memoria anárquica, aquello que nos llega sin el menor sentido aparente, pero emerge de pronto sorprendiéndonos por el desorden que, se evidencia con ello, prevalece en la azotea llamada mente; algunas veces pueden ser recuerdos muy lejanos, incluso algunos de ellos dudosos al ser recordados (buena ilustración de ello en el capítulo 9 de El hombre sin atributos, t.II, "Agathe, cuando no puede hablar con Ulrich"). Otros, más cercanos, más identificables, pero con la característica de revelar de un modo modestamente epifánico algún detalle que en su momento pasó de noche.
La otra vertiente tiene que ver con la construcción de lo que llamamos nuestra historia que, como la Historia o la ficción, se conforma de elementos reales y otros imaginarios, irremediablemente; sin ella na' somos. Mi abuela me lo enseñó antes que Paul Ricoeur, un día -hace un par de años- cuando me mostraba una foto donde, afuera de la fábrica textil La Esperanza, de la colonia Anáhuac, donde trabajara más de treinta años (mi abuela, no el hermeneuta), posaban para el lente los más de ochenta obreros de aquel entonces. Tras contarme algunas anécdotas de quien pudo acordarse rompió en llanto, me pidió disculpas por lo que llamó su necedad y argumentó: "Es que me da miedo perder la memoria".
Ella misma (llamémosle Soledad), en mi infancia, cuando me obligó a leer íntegra la Biblia, tres capítulos por día, me confesó que su obsesión por la lectura venía de la época posrevolucionaria, cuando su vida era si no infeliz, sí árida, y salía a caminar las calles en busca de periódicos viejos para leer durante algunos minutos, horas si corría con suerte.
Esa es la segunda vertiente.
Sobre la primera, bajo motivo de este textejo, es haber retraídome la loca (mi mente, a quien antes llamé azotea y me es lícito llamarle, como está en desuso, maceta) una salsa que versa "¿Y para qué leer un periódico de ayer?", interpretada por Héctor Lavoe, si no me traiciona la tatema (que cuando anda de zorra le gusta que le digan psique), quien sin duda tiene mejores melodías (como se les llamaba en tiempos del OTI).
Bah.
Habiendo dicho lo anterior, preparo anforita de aluminio, raitidina, newman Wilson, Tres tristes tigres, casaca albiverde y gorra roja para irme a ver el Diablos-Monclova (o Monclova-Diablos, como técnicamente debe decirse).
Tomé la imagen de: www.geocities.com/jagufl4/narcosatanicos.html
Qué padre texto... ¿hay manera de oir esa salsa?
ResponderEliminarSeguro, nomás hay que buscarla. De hecho la acabo de oír en Tlacotalpan....
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