Tanto meterle pedal, tanto esta vez sí se pira,
cientos de calles donde siempre estará el enemigo,
en la ciudad a que vayas o por muy adentro
que en la propia caves.
Besos ansiosos al cactus bisiesto del baño,
en el espejo sangra una risa
que en el gólem reflejo se miente intacta:
lunas ilegales bajo la lengua
Y mira, seguimos, y puedo entornar hacia el sol la mirada
y escucho esa voz (la sal y los soles) cimbrar azulmente en silencio
el silencio o temblar tan profundo como ante esa Poupeé,
el zarpazo de ave roja que señaló el fin de una tregua
o ese filme lentísimo que me condujo lejos pa' mirarlo a palpas
Si la luz no aceda siempre cuando el cenit hace su ronda,
ni hay cascajo o nopaleras si jirón de tierra, siempre,
o espeso manglar de olvidarios si urbe o aldea,
si barco, arrecife ...
(Masacres enteras
en un cerrar de ojos
a quijada tiesa)
y una orgía de letras, un canto en cascada:
alguna vez consumir un eclipse de tierra
y pescar sin hambre un serafín confiado
tras haber rajado la piel de papel de un cielo a rastras
y devolverlo al lago, tras mirarlo ahogarse
y sólo así dar fin a la retahíla
de parabienes que hoqueó en todo momento:
la agonía más dulce e inmerecida
que atestiguara en un muelle de río victimario alguno.
Otro poema de hace algunos años.
Foto: La Poupeé, Hans Bellmer.
D.R. (RSR)
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