Hace años escribí esta nota:
Teporocho según, tiene su etimología en un chilanguismo: "té por ocho", es decir, té con alcohol de 96 grados que se escanciaba en la hora más oscura, cuando la cruda (resaca o goma) más atiza, y que costaba "ocho" (pesos? centavos?).
Es el clochard francés, el homeless gringo. Quien perdió todo por el alcohol y vive para él; se les ve asociados en "escuadrones de la muerte", porque beben hasta morir. Pero antes, pueden dar verdaderas joyas de sabiduría, como aquel que, oyendo a un amigo quejarse de viscicitudes menores (mientras bebíamos en un taller de torno) le gritó indignado: "¡Aprende a cargar tu cruz!".
Como afirmó un compadre a quien le conté: "Y cuando creas que has comprendido, más lejos estarás de aprehender su sentido". Lo sé, lo sé (y por lo tanto, no lo sé).
Años después, escribí y publiqué este poema:
Un estandarte que aceda como una sonrisa, escondida
en las encías de concreto y acero, cicatrices
de aquella mañana con piel de oveja: ahí dentro,
colonia de perros y humano a mitad del ratamen,
se levanta el soldado del caos a decir pugnazmente:
“Se pasa de canalla quien dirigió mi vida,
incluido yo”.
Nuevo buche, perro por almohada y otro coyotito.
Y hoy ("que ya no se para/ la ley y la razón," como calumnio a Bola de Nieve quesque dice) me dio por compartirlo como un trago de mezcal.
Teporocho según, tiene su etimología en un chilanguismo: "té por ocho", es decir, té con alcohol de 96 grados que se escanciaba en la hora más oscura, cuando la cruda (resaca o goma) más atiza, y que costaba "ocho" (pesos? centavos?).
Es el clochard francés, el homeless gringo. Quien perdió todo por el alcohol y vive para él; se les ve asociados en "escuadrones de la muerte", porque beben hasta morir. Pero antes, pueden dar verdaderas joyas de sabiduría, como aquel que, oyendo a un amigo quejarse de viscicitudes menores (mientras bebíamos en un taller de torno) le gritó indignado: "¡Aprende a cargar tu cruz!".
Como afirmó un compadre a quien le conté: "Y cuando creas que has comprendido, más lejos estarás de aprehender su sentido". Lo sé, lo sé (y por lo tanto, no lo sé).
Años después, escribí y publiqué este poema:
Un estandarte que aceda como una sonrisa, escondida
en las encías de concreto y acero, cicatrices
de aquella mañana con piel de oveja: ahí dentro,
colonia de perros y humano a mitad del ratamen,
se levanta el soldado del caos a decir pugnazmente:
“Se pasa de canalla quien dirigió mi vida,
incluido yo”.
Nuevo buche, perro por almohada y otro coyotito.
Y hoy ("que ya no se para/ la ley y la razón," como calumnio a Bola de Nieve quesque dice) me dio por compartirlo como un trago de mezcal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario