martes, 24 de marzo de 2009

De rechiflas y robos de base


Estuve ahí cuando la rechifla al secretario de Hacienda, en el Foro Sol de la Ciudad de México. Dicen que no fue por las medidas económicas, sino por no saber pitchear: mentira, la desaprobación comenzó desde que mencionaron su nombre y avanzó al montículo. Ahora me uno a otra rechifla por habernos echado la sal, pues ese día perdimos vergonzosamente con ¡Australia! (si bien, de la mano de Karim, nos desquitamos días después). Como va la cosa, no será la última.

No de rechifla, pero sí causal de crítica, me pareció el manejo del pitcheo y la inestabilidad del line up por parte de Vinicio Castilla, quien se mostró verde para dirigir una novena. Falló el pitcheo abridor y el relevista; el bateo se concentró sólo en los partidos que se ganaron (revancha contra Australia, masacre a Sudáfrica). Al final, un Clásico Mundial sin pena ni gloria para México, no porque seamos una potencia que pueda colocársele entre los cuatro primeros del mundo, pero ni siquiera estuvimos cerca de un triunfo resonante o símbólico (por ejemplo, ante Estados Unidos, tres años antes); ante Cuba, en el juego final de la primera ronda (bajo una lluvia grosera y permanente) era la oportunidad y nuestro equipo fue superado nuevamente para acceder a la ronda siguiente de puro panzazo.

Justo ganador y bicampeón Japón; junto con Corea, demostraron que la efectividad de avanzar corredores y de tener velocidad en los senderos, además de un pitcheo letal y sangre fría a toda prueba, no deja de abonar resultados y calidad al juego. Sin embargo, es cierto que el sistema de competencia y el desdén de grandes peloteros a sus selecciones beneficia a los asiáticos, quienes juegan en ritmo, a diferencia de las demás poderosas oncenas, cuyos peloteros andan en pretemporada, de lo cual fue la mayor víctima el equipo dominicano, la mayor decepción de este certamen.

Hoy que comienza la nueva temporada, con los Diablos Rojos del México buscando bicampeonar, ahora jugando en Zona Norte, hago votos por que se deje de imitar la pelota de garrotazos, tan en boga en Grandes Ligas, y se vuelva a lo que nipones y coreanos mostraron que nunca será superado: el juego pequeño, el entendimiento colectivo y la disciplina sin la cual ninguna estrategia puede ser efectiva.

Al menos, quienes queremos a este deporte volvimos a tener la alegría de ver un escenario, usualmente semivacío, rebosante de gente. Hago votos por que el espectáculo contribuya a ofrecer una alternativa genuina al cada vez más devaluado futbol y más personas se interesen por el deporte del diamante.
De nuevo: Play ball¡¡¡¡

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