Hoy hago votos por sentir cerca a quienes quiero y saber lejos a quienes nos ha unido el daño y la estulticia. Que los muertos se coman a sus vivos.
Algo queda del astro nervioso en el charco
impregnado, a mitad de un río de piedra,
suerte de sequía inversa y umbilical
a media laguna
Algo más lentamente se queda: el eco de lluvia
sus cajas de música
hermano del plop en menores que arrebata el sueño
a las tomas secas
Miramos –¿recuerdas?– un resol atrapado en las nubes
oculares de ese espejo en desgracia, y sí, nos cegamos,
no de la forma láctea ni de la carbónica,
sino en el embrujo de mirar baóbabs en lugar de postes
y perder la cuenta de nuestras palabras,
y escucharlas arpas, acordes fabriles de oleaje
en la noche, innúmeras lenguas de sal,
dos cuerpos transidos de un sonambulismo
leal a lo inmóvil, un ligero tremor para apenas
palpar la ausencia caliente del que junto sueña,
y allanar las campanas batiendo en las venas,
en la áspera patria del pulso,
que se sabe preso y se agita,
emborrona y reescribe en los muros de siempre:
(¿Ya sabes ahora lo que siento a diario?)
"Gorriones y esfinges"
Después, las cuadrillas afuera que lavan las miasmas
de los ríos de piedra, cuando los lagrimales son minas
de muertos de sed, que encuentran fulgores dorados
cuando buscan agua,
y de ella ni veta,
rumor, eco ni música.
D.R (RSR)