Fuego manso, entelerido buque sin soma salino, irisando vados, sahumando el vaho áspero de mi cara, pergamino encalado de sevicia; al su ancla sentir entre mis peñas, cuando viene a ulcerar nuestros amores, cambio de nombre al calor de sus muinas, caigo en un sueño insolado de fauces.
Aro de lava undoso que gira su tortura aspada, es por tu estampa que el visaje tiñe púrpuras de pulpo, cenizos de cadáver, a miradas, tacto, tracto, a voz embozo oído el odio de tu látigo. Por ti la fruta pudre su sabor de carne roja.
Olvídame esas tardes que alanceo cuando me besas, cuando el viento castra nubes llevando a cuestas tu canto como un cántaro la moza.
Maúlla el sol de pereza y las calles pían al alba de recién espulgado de muertos. Los días santos piafan lumbre; rasga el sol cortinas lácteas, manda el cielo parabienes, burlas, diástoles y lluvia.
Mi sangre ha fermentado bajo el sol que es la piel cuando te toco.
RSR (D.R.)
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