jueves, 16 de junio de 2011
Poemas de Juan Bañuelos
Tres textos del poeta chiapaneco (1932), tomados de Espejo humeante (México, Joaquín Mortiz, 1969), compilación de poemas donde destaca una voz poética bien consciente de su contexto social e internacional como ser político, e inconforme, denunciante. No obstante, ahora me decanto por transcribir tres poemas con un hálito menos furibundo y más intimista.
Frases
Aguas que van hacia la vida,
crisálidas de roca
la tentación y la promesa
¿quién las resiste?
En el altar de aquellas aguas
a contraluz resplandecían las horas
como espadas bruñidas por la sangre.
¿Tiene el pedrusco el corazón del fuego
que guarda el pedernal?
¿El respiro del clavo en la madera
no suscita la imagen del martillo?
Qué extraño fruto somos.
El miedo es la mitad de la muerte.
Contra la felicidad de los amos,
contra el linaje de la usura,
los que espiamos dentro de nosotros
cercenando nuestro nombre,
hemos aprendido a ver
la imagen de nuestro semejante.
Para el fin del tiempo
Que ya es tarde. Y más bien estamos muertos.
¿Qué haces, entonces, dime, y a qué vienes?
(Ya habrás mordido el día, como el perro
muerde a oscuras el nombre de los meses.)
No vengas más. No necesito a nadie
que pisotee mi sombra y tenga al llanto
de pie en mi puerta, oyéndome la sangre.
¡Qué no bebí! Amor y muerte a tragos.
Tú lo sabes. Soy un ayer de astillas
clavado en este humo que levanta
mi raza de fantasmas y cenizas.
No preguntes por mí. Cercena para
siempre tu corazón y el mío. Déjalos
como el día y la noche del olvido.
Ídolos
Van y vienen
como dos gaviotas hambrientas
sobre la misma presa
van y vienen
tus nalgas
de la ternura a la tempestad.
Y la ola que soy
te cubre
te aplasta
te hunde
desemejante.
Pirata de tus senos,
levanto el horizonte cómplice
de tu ropa cruda
y tú subes en mí a horcajadas
al asalto de mi boca
mientras la combustión de tus caderas
triza la geometría
Ah tus cabellos extravíos
desde las valvas
de cuyo olor soy el gran filibustero.
Tentativa mía
ombligo de una estación redonda
como tus rodillas,
axila de tabaco tierno
(sabor de salami dormido),
tus manos que saben de la alquimia
más que un sabio de la Edad Media
cogen el arado con un presentimiento de cosecha.
Ah tu aullido goloso de sabina raptada.
Al final llego a tus tobillos
igual que la marea
ya sin fuerza
o mejor: como un pez sobre la arena
con el sol
fijo en los ojos.
Imagen: Mirada
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