miércoles, 29 de junio de 2011

Poemas de José Vicente Anaya



Poeta, traductor y editor nacido en Villa Coronado, Chihuaha, pilar del movimiento infrarrealista, poseedor de intenso furor en una voz poética que hace del hablar llano y descarnado un valor endémico de sus versos, en los que hay siempre mucho de provocación y desnudamiento. Tomo sus textos de Híkuri y otros poemas (México, 1988) y privilegio algunos que, a vuelo de Google, han sido menos reseñados en la red.


Visiones


Mi madre furibunda
empuña un machete
para cortarme la cabeza...


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Y la muchacha sublime
se asoma a la ventana
contemplando en la calle
que pasan los fantasmas


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El hijo se defiende
levantando la mano
y el machete corta dedos
que caen por la ventana
ensangrentando el marco.


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La amada perdida
corriendo entre esqueletos
que la tumban por tramos
y, derribada, fornican con ella.


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La madre sueña un útero
tamaño de una casa
donde guarda a los hijos.


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Me empujaron
al centro de un océano.
No sé nadar. Y en vez
de salvavidas, ¡anclas!


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Me vengo y
me voy
de mi esqueleto.


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El drogadicto tiembla
en las telas de Van Gogh
y en cada movimiento
engarrota sus músculos.


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Miel con vinagre
reciben los sedientos y
el hambre pasa quieta
merodeando almacenes.


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Amarillos los ojos
de los jefes de Estado.

De Morgue (1975-76).


Poética
Me expongo en mi poesía.
Me enseño a los desconocidos.
Y no sé si soy verdad, o qué,
porque después de darme
en el poema. Todo.
Quedo menos que brizna. Nada.
Profundidad desvanecida. Y temo.
Sin poder escaparme de mi miedo.
E s c a l o f r í o. Estoy allí,
incompleto y completo. Demostrado...




Autocrítica
Me observo en el espejo
y trato de encontrar a otro hombre
que no soy yo, que no puedo serlo;
el que fui y el que puede ser;
el poeta ramplón y el poeta maldito.
Pero me observo más
y tampoco soy un Dios
ni un hombre de trueno,
ni un héroe de aventuras irreales.
Soy este hombre que llora
sin que las lágrimas afloren,
pero que lucha
para que el llanto
no pierda el motivo de la vida.




En el trópico
Zumbas, mosquito,
y marcas la lentitud
del tiempo seco.

De Aludel trizado (1974)

Imagen: Arte huichol, tomada de aquí.

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