A punto estaba de transcribir y escanear algunos poemas de El canto del gallo. Poelectrones, cuando lo descubrí disponible en versión electrónica, en una de las famosas páginas de intercambio social de textos; así que me limito a publicar algunos de ellos y comentar brevemente sobre su poesía visual.
Con los antecedentes de Mallarmé, Apollinaire y, en las letras mexicanas, José Juan Tablada, el poeta jalisciense Jesús Arellano conjunta en un libro de poemas el arte de la tipografía, el diseño, el cartel subversivo y la poesía misma, con la marca impresa del año 1968 como epicentro y como inicio de una resistencia. La página en blanco se convierte en el espacio visual, sin renunciar a su proveniencia de la palabra poética, incluso potenciándola al hacer evidentes las múltiples posibilidades no lineales de lectura de un poema, o bien constriñendo al lector al espacio de una silueta icónica que subraya el tema textual y representa un reto para el autor-tipógrafo. Sin duda, una poética de la que resta mucho por escribir, para lo cual el concepto de écfrasis es crucial, sea.
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