Sigo recuperando archivos que el olvido y el traspapele me han ganado por un tiempo; este poema, según recuerdo, fue absorbido en correcciones posteriores dentro de otros poemas que incluían algunas de sus imágenes o temas. Sin embargo, bien sabemos que un asunto es el plan del autor y otro sus productos; a veces es uno u otro lo que se impone. Si al escribir renuncias a lo no escrito, quedará la duda de si lo eliminado no era mejor que lo escogido.
Todo se hacina en ti, no hablas ni miras;
un número, un embrión sólo probable
otra vez, sueñas borrascas
de otro modo que aquel beso
abajoarriba
que termina en horca,
sueño a sueño
—con bancos de cenzontles mancos de canto,
tímidos truenos sin víbora loca de luz
al emprender al oeste el vuelo—
en tarde crasa al despertar:
nada se mueve
ni nubes que dieran
qué por ser arpegio
y cuánto por dejar crecer violetas
en la faz de sus ahogados—
un trueno nada más
rugido triste
suficiente para despertar
e ir del terror a la indolencia
—O tal vez, ángel idiota,
lenguadentro vueltaluna
en el charco de los cielos
a la pesca de miradas—
Luz en letargo
de sol
asperja polen
La hoz baldía del aire
afiebra
de cal tu cara
Ese barrunto, un de repente incesto
a la tierra madre que la teje estambre,
hambre de su regazo, leche negra
más que dar vida tiene a raya a la muerte
en coleos de albufera reptando hacia el pesebre
Esta es la hora irreductible de los otros:
cómo hacer un abismo e injertarle un puente
si extraviaste el papel que prueba tu existencia
y el cemento ya se niega a ser gaviota
y la ventana tan lejos
del arrojo púrpura que se dilapida a cántaros
¿Es el recuerdo de un lago o una lluvia de arena?
En un rincón ahora, pero un tiempo
moliste vidrios en la entrepierna
noche para esos labios:
ya en tu piel los trazos se prospectan
pistas donde aterrizarán las pesadillas
¿Es una llama o una caricia necia?
El pez paría
Corales
Para afrentar al barco
La celosía
De bruma
Y admonición de cine
La osamenta, un laberinto en retirada
cuarteada por la prisa de las horas
que no saben esperar, deben huir
de las ideas fijas —Respuestas:
frutos del engaño, solvente de los miedos,
también niños— y mirar la noche toda
como a mujer desnuda sin su anuencia
o a la crisálida extraviada de cada ola
La duda umbría
te acerca
el baúl de las máscaras
A ratos, en tu camino estático
fulge y alumbra tus visiones
la tarde
—un desove de tortuga
a medianoche—
es milagro doloroso
Un dedo cubre al sol
de la tarde queda una entelequia
Dónde las noches de espadas
dónde el perfume robado en dos de bastos
sólo el recuerdo obrero de un mayo
nombres de próceres en pueblos borachos
y adjetivos tan pictóricos
como el machete junto al muerto
La vida sale de etiqueta
y no te llama, sábelo ya, Salomón
que maltrata por placer a los camellos
con sermones —enumera,
recorre y rota
las cuentas de tu rosario—,
auriga cabalgando ápodos
tornasol de aceite
sobre el agua clara
La travesía
se vuelve
una negra hondonada
y en esa vía
de sombras
postales de una lámpara
Foto. Mía. Estampa de Ciudad Universitaria, Cd. de México
RSR (D.R.)
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