Nacido en la Ciudad de México en 1897, muerto en Guadalajara en 1964, perteneció integralmente a la generación poética Contemporáneos, de enorme influencia en las letras mexicanas del siglo XX. Algo mayor que la mayoría de esos artistas, fue incesante periodista y promotor cultural, editor, traductor, funcionario público, mecenas y entrañable amigo de todos ellos. Cierto, ante los grandes nombres de esa generación (Gorostiza, Novo, Villaurrutia, Cuesta o Pellicer; el mismo Gilberto Owen de unos años a la fecha) el suyo parece un poco rezagado en cuanto al reconocimiento que merece por su importancia en las letras nacionales, lo cual es atribuible menos a su importancia, que a su vocación por trabajar incesantemente tras bastidores.
No es extraño, pues, que su producción poética --por otro lado, exigua-- es casi desconocida. Yo, de hecho, la conocí hasta hace un par de años, gracias a un seminario coordinado por la Dra. Lourdes Franco, en la UNAM. Sin embargo, su temática mística y la calidad de sus Sonetos a la Virgen me impresionaron. Místico de una manera que proyecta a la imagen católica de la madre de Dios, en una lectura naif, pero que guarda resabios de un pasado cultural profano, más vetusto y profundo, que alude a la femineidad universal, como él mismo lo apunta:
Mis Sonetos a la Virgen (...) tienen al menos la intención de ese juego de fondos, ya que la virgen que ahí canto no es, para el iniciado, precisamente una virgen cualquiera ni la Virgen de las Vírgenes: la virgen madre, siempre fecunda y siempre virgen: la oculta, más allá de la Naturaleza; la virgen que es vida, muerte, resurrección: María en sus estrechísimas relaciones con el mar. (María, Mara, que vienen de la palabra mar: y éste, como se sabe, es el antiquísimo símbolo de la resurrección). (Schneider, 1995)
No obstante, el mismo Barreda no tenía en gran estima (modestia del obrero cultural) sus poemas; pero, como bien se sabe, hay autores a quienes la subjetividad natural frente a sus propias obras, los lleva al menosprecio. No estamos de acuerdo con el autor: creemos que son espléndidos y, por ello, Semiofagia se complace en presentar uno de estos sonetos, publicados en 1937. Sea.
Para qué esta ola --Tú-- que llega al puerto
Y revive el deseo entre las sales?
Ah! de nuevo las islas de cristales
Rodando inútilmente en el desierto!
Ah, el corazón que cae no más incierto
En lo hondo de tus aguas verticales
Oh Virgen, Mar, qué manto de corales
Qué medusas hiriendo el ojo muerto.
Después, delicia! Ahogada en la memoria
Otra vez hacia arriba, hacia las olas
Mas ahora el cuerpo intacto sin historia
Flotando sobre ti, contigo a solas
Oh, siempre Mar, oh mara temblorosa
Sobre tu carne, oh Hija, abierta en rosa!
Ah! de nuevo las islas de cristales
Rodando inútilmente en el desierto!
Ah, el corazón que cae no más incierto
En lo hondo de tus aguas verticales
Oh Virgen, Mar, qué manto de corales
Qué medusas hiriendo el ojo muerto.
Después, delicia! Ahogada en la memoria
Otra vez hacia arriba, hacia las olas
Mas ahora el cuerpo intacto sin historia
Flotando sobre ti, contigo a solas
Oh, siempre Mar, oh mara temblorosa
Sobre tu carne, oh Hija, abierta en rosa!
Bibliografía:
* S/A. Octavio G. Barreda (1867-1964) Homenaje. Guadalajara: Casa de la Cultura Jalisciense, 1964
* Schneider, Luis Mario. Otros contemporáneos. México: UNAM, 1995
Imagen: Madonna del Latte, Bramantino, 1490.
Perdón, y no se me enoje, pero yo más bien estoy de acuerdo con el autor; su impericia es patente. Ejemplos:
ResponderEliminar* El verso 1 es un verdadero desastre prosódico; desde ahí queda claro que no tiene idea de los modelos de acentuación (sáfico, yámbico, dactílico, anapéstico, galaico);
* su sinalefa en "cae" (verso 5); con ella, lo que en realidad cae es toda la estructura del verso;
* hay una tendencia a pasar la aplanadora de la sinalefa sobre las haches (versos 5°, 9°, 10°) y a trocar, con ayuda de un tórculo o de un serrucho, vocablos inequívocamente trisílabos (ahora) en bisílabos;
* las rimas A de los primeros cuartetos (puerto-desierto-incierto-muerto) son lo más previsible del mundo;
* es imperdonablemente feo que se permita la misma asonancia monótona (o-a) en los últimos seis versos, rimados, además, en consonantes.
Prefiero no abordar los tropos forzadísimos (¿islas de cristales que ruedan en el desierto? Pues sí: tiene que ser inútilmente) ni la incoherencia general del poema. Pero este botón de muestra es indicativo de que, para los Sonetos a la Virgen, el olvido no fue una injusticia, sino un acto piadoso.
Admito que exageré con el adjetivo "espléndidos"; me refería en gran parte a su valor documental como un texto poco estudiado del grupo Contemporáneos.
ResponderEliminarNinguna molestía. Gracias por el comentario.
Gracias, desde el estado de la estrella solitaria*
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