jueves, 29 de octubre de 2009

Tango chilango




Una manera de mentarle la madre a las epidemias que azotan mi tierra: la ignorancia, la rapiña, la mentira, la publicidad pública, la violencia, la influenza, el mal paso de los Pumas, el mundo de caramelo y la huaracha sabrosona.

Que el carajo nos lleve cantando. Viva el ocio, muera el bananismo.

Así que, levanto la mirada 45° a la izquierda, 45° hacia arriba, entre el bandoneón y esa voz engolada de mi cabeza que se aprovecha de que las demás están dormidas:

A

Luna cae, Sol que ya nace,

Va la gente a su faena

Y yo en mirada arenosa amanezco a la ciudad

De pensar en la chavala

Que abandonara mi techo

Dejo que los días escurran

Y hago de casa prisión

B

Ya mi lecho es una tumba

Donde descansa el vampiro

En que el hombre ha devenido

Que a mi nombre respondía

Muera nonato este día

Camposanto es mi jardín

C

Hoy son silabas vacías

Ayer su nombre fue carne

Mi mano encuentra sudarios

Donde su encaje yacía

Yo me trataba de amigo

Y el espejo no decía:

"Pase usted, tenga buen día:

cierre la puerta al salir"

Hoy salgo sin hacer ruido

Pa no dar algún motivo

Al que sin tenerte pierde

La decencia de existir

A2

Abro los ojos ya es noche

Vuelve a sus casas la gente

Y con los ojos vidriosos sobrevivo en altamar

Donde divago y navego

Mientras en tibias lagunas

La chavala atraca en muelle

Para dormir su impiedad

B

Ya mi casa es el desierto

Donde vaga el eremita

En que a fuerza ha devenido

Un hombre que fue antes yo

Se desequen las lagunas

Un vidrio ya se quebró

C

Hoy son silabas vacías

Ayer su nombre fue carne

Mi mano encuentra sudarios

Donde su encaje yacía

Yo me trataba de amigo

Y el espejo no mofaba:

"Pase usted, tenga buen día:

cierre la puerta al salir"

Hoy salgo sin hacer ruido

Pa no provocar de más

Al que sin tenerte pierde

La decencia de existir


Foto. Mía. Refugio de indigentes en un predio jamás reconstruido de la Colonia Roma, Ciudad de México. Llamémosle Detrás del bulevar.



lunes, 26 de octubre de 2009

Quebrando siglos: Asunción Silva y Manuel J. Othón



Cuando desfallece la primera década del segundo siglo a partir del nacimiento del poeta que inventó nuestro calendario, recuerdo: Llegar al 2000, la bomba nuclear y los extraterrestres fueron, entre otras ideas, mojoneras de la conciencia colectiva que recuerdo de mi infancia.

En esta entrega quiero acotar sobre esa primera obsesión que me hacía concebir la prisa (y la prosa) por crecer (oh maldición) para saber qué se sentiría cruzar esa línea arbitraria que aboliría los novecientosytantos.

Durante los años 90 la cuenta regresiva, con sus profecías milenaristas, apocalípticas y cibernéticas fue una pátina ineludible. Sin embargo, al llegar al filo del 2000 (yo, radical partidario del 2001 como verdadero fin de siglo), me encontré solo por voluntad propia, hastiado de esperar un sinsentido y decidí festejar la llegada de esas 00:00 hrs de la mejor manera: leyendo El Quijote y escuchando la pirotecnia a lo lejos.

Ahora que nos debatimos entre el Bicentenario y la sobrevivencia, recuerdo alguna idea (juro que no recuerdo de dónde) algo inexacta, pero que sirve para ilustrar la asincronía entre historia y calendario: "El siglo XX comenzó en Sarajevo y terminó en Sarajevo". Como es una tradición en Semiofagia, conjuro a que el siglo XXI no comience en México.

Y como voces invitadas, dos almas decimonónicas: uno de ellos, el colombiano José Asunción Silva, no alcanzó a llegar al 1900; el otro, el mexicano Manuel J. Othón, no llegó al estallido oficial de la Revolución. Considerados poetas modernistas, hoy honran este mitin yermo con sendos poemas.

EL PACIENTE:

Doctor, un desaliento de la vida
que en lo íntimo de mí se arraiga y nace,
el mal del siglo... el mismo mal de Werther,
de Rolla, de Manfredo y de Leopardi.
Un cansancio de todo, un absoluto
desprecio por lo humano... un incesante
renegar de lo vil de la existencia
digno de mi maestro Schopenhauer;
un malestar profundo que se aumenta
con todas las torturas del análisis...

EL MÉDICO:

-Eso es cuestión de régimen: camine
de mañanita; duerma largo; báñese;
beba bien; coma bien; cuídese mucho:
¡Lo que usted tiene es hambre...!

El mal del siglo
José Asunción Silva

Mira el paisaje: inmensidad abajo,
inmensidad, inmensidad arriba:
en el hondo perfil, la sierra altiva
al pie minada por horrendo tajo.

Bloques gigantes que arrancó de cuajo
el terremoto, de la roca viva;
y en aquella sabana pensativa
y adusta, ni una senda, ni un atajo.

Asoladora atmósfera candente,
do se incrustan las águilas serenas,
como clavos que se hunden lentamente.

Silencio, lobreguez, pavor tremendos
que viene sólo a interrumpir apenas
el galope triunfal de los berrendos.

Poema II, fragmento de En el desierto. Idilio salvaje
Manuel José Othón



Foto. Mía, de una serie que llamo Escenas de agorafobia.

Postre. Y recomendación: de nuevo, que escuchen Rec: un podcast de música y cultura popular. Los remito a su blog.




miércoles, 21 de octubre de 2009

Los gatos, los finales y los fines

Una buena rola de un cantautor mexicano contemporáneo. Salud por las despedidas, salud por las muertes pequeñas que hacen seguir vivo y le dan sabor al caldo.



Y para no quedarnos picados, la voz de Armando Rosas con una rola cumbre de Rockdrigo.



Dedicado al amigo que me robó Hurbanistorias, me lo dijo y le dio buen uso.

jueves, 15 de octubre de 2009

Erótica del anticlímax en Hojas de bambú de Efrén Rebolledo







IJaponerías!
José Juan Tablada

Introducción

A finales de 1910, Efrén Rebolledo publica dos relatos ambientados en Japón, ambos hermanados por un afán didáctico y contrastivo (oriente-occidente) y escritos en una prosa modernista, pero en Hojas de bambú —a diferencia de Nikko— también encontramos rasgos eróticos, vena en la que el autor ya había incursionado, en textos previos como El enemigo y algunos poemas sueltos, escritos antes de ingresar al Servicio Exterior Mexicano; sin embargo, entre la publicación de El enemigo y la escritura de Hojas de bambú median diez años, periodo que puede resultar decisivo para la vida de un hombre, la madurez de un artista y el destino de un país. En la narración de 1910 confluyen los cambios que Rebolledo había experimentado en ese lapso como abogado y diplomático, como escritor y amante.
La escritura del relato fue tormentosa, pues Rebolledo terminó hospitalizado en San Francisco, tras un viaje por mar con destino a México, que emprendiera de urgencia para ver a su madre enferma, lo cual no logró, sino hasta después de muerta: el poeta arribó al fin el 7 de octubre de 1910. Su viaje ya había supuesto un rompimiento con Tamako, una joven japonesa de la que el poeta se había enamorado durante su estancia en el país del sol naciente. Los tiempos históricos tampoco estaban del lado del autor: durante esos meses, México pasó de ser un país gobernado por la dictadura de Porfirio Díaz, a entrar en el periodo de la Revolución, como resultado de lo cual quedó en entredicho la posición del escritor hidalguense en tanto funcionario contratado por un estado que estaba desquebrajándose.
Además de las vicisitudes personales, nuestro acercamiento contempla aspectos como la visualidad, la femineidad y el erotismo de una obra atípica, pues, en la obra de Rebolledo, por lo general, los deseos eróticos obtienen cumplimiento, real o simbólico, de modo que la insatisfacción de Hojas de bambú resulta significativa; en un contexto más amplio, el testimonio de un viajero mexicano por tierras orientales es peculiar también en la literatura mexicana de principios del siglo XX.
Aunque esta novela corta adolece de una estructura poco rigurosa, debe abonársele, por un lado, haber sido concluida bajo condiciones adversas —lo cual la hace una de las obras más personales— y por otro el hecho de que sea más ambiciosa que otras obras del autor hidalguense, si más logradas, también más lineales. Valga nuestro acercamiento para comentar un texto hasta ahora casi desapercibido por la crítica, con lo que esperamos contribuir a la lectura de su obra y hacer una nota sobre su vida.

América a la espalda, Japón al horizonte

Abel Morán se acoda en cubierta, con la vista hacia su destino, y permanece absorto en sus recuerdos recientes; sucesivamente: su titulación como abogado, el cariño filial de su madre y hermanas, el apacible compromiso con su novia. A la antinomia visual del destino y el origen del viaje, se suma otra más sutil y a la vez más coloquial: la oposición entre estudios y vida, teoría y práctica, explicitada por el discurso de su padre, y simbolizada por el cheque “que hasta entonces sólo conocía teóricamente por sus estudios de Código de Comercio” (209) que éste le regalara, con lo que hizo posible la travesía. Si sólo conocía el documento bancario por medio de libros, los libros de Hearn, Goncourt y Loti también le habían presagiado su viaje, sin vivirlo él aún en carne propia.
Visto de otro modo: el personaje central, en el primer capítulo, mira hacia su destino de viaje, recuerda su origen y da la espalda a occidente; por ello la decepción ante el moblaje neutro de los hoteles de Tokio —ya en el segundo capítulo— y por el habla inglesa del mozo japonés. No sólo a México el personaje literalmente da la espalda, sino con ello a lo europeo que, en tanto parte de su herencia representa también lo dado: "…por las gotas de sangre española que corrían por sus venas, púrpura hirviente de Pedro de Alvarado y de Hernán Cortés, en vez de soñar con los sobados hechizos de la vieja Europa, donde se dirigen en migratoria parvada, sedienta de placer, la turba de sus compañeros".
Así, acodado el personaje principal al inicio de su periplo, nos advierte de manera simbólica no sólo de las preferencias eróticas sobre las culturas involucradas en el texto, sino que determina la perspectiva visual a que se le dará preponderancia en el decurso de la narración.

Visualidad y fetiche

Compárese la descripción del mar, en el primer capítulo, o los esbozos que hace de los personajes incidentales durante la fiesta o durante los recorridos, en el tercero, con la explosión de visualidad que representan las descripciones de cuadros y costumbres japonesas; basta una lectura somera para destacar que el preciosismo verbal de Rebolledo en el texto se centra, como un fetiche, en las japonerías. Al término fetiche podría matizarse con  filia hacia aquel país, el cual no difiere esencialmente del apego que cualquier otro escritor prodigue por otras tierras; por ello, es preciso aportar la definición de “fetichismo”:

Fétichisme: Cristallisation de la pulsion sexuelle sur un partie du corps, sur un objet, una attitude, une odeur ou une situation qui déclechent le désir. Cette perversión découle d’un réflexe d’association faussé à la base: le plaisir n’est pas lié à une personne, mais à ce qui représente cette personne.
Du portugais feitiço (poupée, maléfice) et du latin facticius (factice)…
L’Encyclopédie du Sadomasochisme (163-4)

Pero más que establecer las pulsiones subyacentes del autor y de sus personajes, nos interesa conocer las implicaciones de ello en sus textos, en este caso, el acento sobre la función representativa del fetiche. La preferencia por lo japonés comienza a vislumbrarse en el contraste entre los visitantes a la “casa de espera” y los preparativos de las oiranas, donde coloca a los turistas como bárbaros, incapaces de comprender el refinamiento sensual que hace necesarias las pausas para convertir la mera sexualidad en erotismo:

…hombres, mujeres, niños, una turba pacífica de aspecto inocente y placentero, que observaba con curiosidad los bordados y desceñidos kimonos, las caras pálidas que se movían con afectados mohines, las breves bocas teñidas con un toque de carmín en el labio inferior, como si no se tratara de infames esclavas de prostíbulo, sino de una exposición de muñecas en los iluminados escaparates de enormes jugueterías.
(216)

La profusión visual en Hojas de bambú con respecto a los motivos japoneses, se halla aparejada con un decaimiento de calidad de la prosa cuando se aparta de ellos. Por ejemplo, la “mirada sojuzgadora” de Miss Flasher, en los capítulos II y III, es tratada más desde el interior de Morán y las frases visuales acerca de ella son escasas y pálidas frente a la profusa adjetivación para sus ojos, con lo cual de la norteamericana obtenemos una imagen metonímica y estereotipada. Es significativo, por ello, que el intercambio presexual entre ellos se lleve a cabo a oscuras y que esto contraste con la indiferencia visual que ella le muestra en los últimos días de viaje por barco. La presencia o ausencia, la acuciosidad o bien la limitación de descripciones visuales, son marcas que connotan el peso erótico de cada mujer —individual o colectiva—, como abundaremos enseguida.

Femineidad

Acodado sobre cubierta, entre sus recuerdos, Abel Morán se detiene en el de su novia, quien le espera en México al volver de su viaje. De ella, a lo largo del texto, no sabremos el nombre, apenas merece una descripción física —si “linda muchacha” es tal— y aun la que de ella hace el narrador es más desde una perspectiva interior de Morán, de manera proyectiva: ella guarda “las magníficas esmeraldas de esperanza” y motiva a Abel a “arrojar al provenir ilusiones iridiscentes” que le hacen ver “cristalinos horizontes”. Es de notar que los adjetivos visuales son metafóricos, por lo que la visualidad no es propiamente tal. De la novia sabemos más tarde que, por carta “amenazábale con enojarse y decíale ingenuamente que la había olvidado por las japonesas”; tan pronto reaparece, se repite el párrafo, casi textualmente, en el que Abel proyecta lo que el recuerdo de la novia le produce. Al final, cuando ya la historia de la americana hubo terminado, junto con la llegada a Seattle, de nuevo el narrador proyecta el futuro de Abel Morán, con su novia, “que entonces sería su esposa” y quien, una vez más, sirve para expresar lo que significará para la vida del viajero… y no a la novia misma.
En contraparte, el encanto de la mujer japonesa está directamente relacionado con su indumentaria tradicional: los kimonos bordados, los abanicos; las musmés y las oyosan con su obi; las oiranas con su estudiada coquetería y las geishas con su sofisticado aspecto y su ritual preparatorio de afeites y enjuagues, son todas ellas elementos del ambiente. Tan es así este fetichismo que, en la Fiesta de los Cerezos, Morán prefiere observar a las extranjeras porque “las japonesas estaban trajeadas a la europea, moda que si va a decir verdad no cuadra a sus hechizos, porque la etiqueta no les permitía en aquella ocasión ataviarse con sus kimonos maravillosos”. Incluso, en el capítulo IV, cuando se deja entrever la consumación sexual con la geisha, pareciera que ésta se funde con su atuendo, con el ambiente y con la tradición que sus atavíos representan.
Esta identificación del encanto erótico con el atuendo se confirma cuando el texto describe a las mujeres europeas, brevemente, como “escotadas, de formas que se adivinaban al través de los vestidos ajustados, cuyas caudas ondulaban con suaves coruscamientos, destacándose entre todas por su belleza, por su cuerpo, por su maestría en bailar”. He ahí el encanto que para el personaje Abel tienen las japonerías, como un elemento que detona el deseo erótico y que sin su presencia las poseedoras pierden gran parte de su atractivo.
Miss Flasher, en principio, y a diferencia de las japonesas, mantiene su embrujo como ya apuntamos, en la “mirada de águila”, excluyendo casi el resto de su físico o personalidad, de forma fragmentaria, pero siempre queda disminuida ante los constantes adjetivos que expresan más la valoración interna que hace de ella el personaje Abel Morán y el narrador mismo. Por ejemplo, en el siguiente párrafo: “trajeada de blanco, con el regio turbante de oro de su pelo rubio, antojándosele una perfumada magnolia, figurándosele una envenenada Flor del Mal”, en el que destaca la referencia a Baudelaire, reafirmando que la formación erótica de Morán, en buena parte, viene de su hábito por la lectura. De hecho, tal parece que el narrador “impone” su propia visión a Mrs. Flasher, pues propiamente la norteamericana no seduce hombres por placer, no es cruel con sus pretendientes ni va de amante en amante despojándolos de bienes y voluntad, como parecieran querer venderla personaje y narrador. Compárese a ésta con Elena Rivas, el personaje de Salamandra, y veremos que en Hojas de bambú la adjudicación de femme fatale es fallida.
Paradójicamente, es ella al cabo el personaje mejor delineado, pues sus rasgos los obtenemos de lo que nos va dejando la imposición que el narrador hace mediante sus juicios, es decir, por connotación: una mujer dominante, independiente y directa, de linda cara —de ojos seductores—, pero que valora más de sí misma el resto de su cuerpo. Sabe lo que desea y no se detiene en obstáculos para conseguirlo; no es una cazafortunas, sino una mujer que tiene un plan, tiene con qué conseguir sus objetivos y no lo oculta. Si bien se comporta como una puritana, al no consumar el acto sexual con Morán, el motivo se debe más a “evitar la ruina” que a prejuicios morales o religiosos; podríamos aventurar que responde al arquetipo de la protestante norteamericana de principios de siglo de quien después escribirían magistralmente, entre otros, Scott Fitzgerald y John Dos Passos. Incluso resulta significativo, si tomamos "flasher" en su acepción de exhibicionista sexual, con lo que un párrafo de Barthes podría ilustrarnos sobre por qué Morán —recordemos que su conocimiento erótico es libresco— fue seducido de tal forma por la flasher Miss Flasher:

¿El lugar más erótico de un cuerpo no está acaso allí donde la vestimenta se abre? En la perversión (que es el régimen del placer textual) no hay "zonas erógenas" (expresión por otra parte bastante inoportuna); es la intermitencia, como bien lo ha dicho el psicoanálisis, la que es erótica: la de la piel que centellea entre dos piezas (el pantalón y el pulóver), entre dos bordes (la camisa entreabierta, el guante y la manga); es ese centelleo el que seduce, o mejor: la puesta en escena de una aparición-desaparición.
(19)

De acuerdo con lo anterior, podemos leer Hojas de Bambú como un relato en el que la presencia femenina expresa la visión del autor implicado acerca de los países o regiones que reduce por metonimia cultural o geográfica en cada mujer del texto: las europeas, guapas, sociables… y lejanas, con la lejanía de lo que está dado y se pospone en aras de buscar lo desconocido; las japonesas aparecen en el texto como masa, encantadoras en cuanto se atavían con sus trajes tradicionales, pero que pierden encanto cuando de él son desprovistas: occidentalizadas, se valoran menos que las occidentales.  
La novia mexicana no es menos arquetípica: sin nombre, linda, virtuosa y sumisa, a la espera de que el varón vuelva para conformar hogar; consuelo para los amores fallidos de su prometido. De la mamá y la hermana de Abel Morán, sólo sabemos de su celebración por los triunfos del hermano (al parecer único), y pidiendo novedades del viaje a oriente para alegrarse y mirar, de alguna manera, el mundo a través de los ojos del hijo varón. Representan, en conjunto, la presencia femenina constante, la seguridad por ascendencia y por eventual descendencia.

Conclusiones

Señalábamos que Hojas de bambú participa de lo característico en Rebolledo, a la vez que de lo singular. Entre las generalidades destaca la prosa modernista, con un léxico que se adapta al exotismo del ambiente en que crea la historia, lo mismo incorporando palabras nativas japonesas, como desempolvando y haciendo brillar vocablos y usos verbales de uso poco frecuente para entonces. Cuando la pluma de Rebolledo dibuja, gana en elocuencia respecto a cuando narra, si bien este desequilibrio se diluye en narraciones posteriores como El enemigo y Salamandra, sin perder el preciosismo verbal que alcanza su cumbre en los poemas de Caro Victrix. Por su parte, Hojas de bambú se inscribe en los escritos de Rebolledo sobre Japón, el cual tiene en Nikko su antecedente en prosa más directo y en Rimas japonesas continuidad. El japonismo de Rebolledo está ligado a la escritura autobiográfica; de hecho, el relato no sólo es significativo por la crónica de viaje —al que incluso le dedica un capítulo entero, además de largos pasajes en todo el texto—, sino por la atribulada etapa personal en que fue escrito: abandonó a Tamako, la japonesa de quien se había enamorado, murió la madre del poeta y entró en conflicto laboral a causa de la caída del régimen porfirista.
Si comparamos la biografía con el texto, resalta, en principio, la vivencialidad tanto en el ambiente, como en los lugares de Japón que Rebolledo describe, sin olvidar el capítulo epistolar dirigido a Justo Sierra, prominente miembro del Ateneo de la Juventud; la misma presentación por arquetipos de la mujer, como hemos señalado, nos da una visón, si no propiamente de la vida erótica de Rebolledo, sí de las costumbres familiares mexicanas con los recursos necesarios para mandar de viaje al hijo varón tras su graduación profesional, mediante la posición de uno de esos jóvenes —fictiva, que no falsa— en un viaje poco común para un mexicano, tanto en los protocolos diplomáticos, como en la sociabilización del mismo en un ambiente cosmopolita. Incluso, la fallida adjetivación, sobre todo por parte del narrador, nos aporta resabios de la prosa realista y naturalista decimonónicas, y éstas a su vez de la idiosincrasia católica de su tiempo, país y ambiente social. Los anteriores rasgos sirven, por bien o por mal, para dar profundidad a un personaje y complejidad a la narración.
En cuanto al erotismo, llama la atención que Hojas de bambú culmine con una insatisfacción melodramática por no culminar sus escarceos sexuales con la norteamericana. Los lamentos exagerados del narrador, en contraste con la parquedad de la descripción a la novia en México, y con el pudor de cerrar un capítulo para apenas sugerir el acto erótico con una geisha, connotan la mayor pasión que le generó a Abel Morán los prodromos sexuales con Miss Flasher, lo cual nos lleva a la conclusión de que la norteamericana caló más hondo por su dominio sobre el hombre, manifiesto en dos momentos: cuando lo subyuga su mirada en la Fiesta de los Cerezos, y cuando ella refrena sus naturales impulsos en el camarote del barco. Como escribimos antes, es como si la japonesa en sí no fuera sino el vehículo para satisfacerse en el fetiche de la indumentaria y los rituales japoneses; y qué decir de la novia mexicana: hasta la prostituta japonesa tiene nombre, ésta no; el relato es parco al describirla físicamente, y más pródigo en endilgarle los lugares comunes de la futura esposa, como remanso de paz y esperanzas, lenguaje eufemístico de la estabilidad social y familiar, del bálsamo siempre sumiso y dispuesto siempre a “curar” al varón de la casa de sus fallidas conquistas.
En cambio, de Miss Flasher vamos teniendo datos ciertos que escapan a una descripción directa, mismos que al juntarlos, al cabo, obtenemos a un personaje de mayor profundidad que el resto, excepto, claro el mismo Abel Morán, a quien delatan sus monólogos interiores y la descripción del narrador omnisciente. Uno y otro, al cabo, caen presas del provincianismo que el narrador criticó de sus coetáneos mexicanos en más de un aspecto, siendo el más notorio su padecer el rechazo de la norteamericana, quien genera atracción y miedo, adoración y recelo; se le tilda de maligna y se le acusa de mercantilista, pero a la vez subyuga su dominio y su mirada firme, ante la que Morán, tras haber sido rechazado, reacciona airadamente, herido en lo hondo de su vanidad, subvirilizado — en términos de Lo Duca— al no encontrar consumación sexual, promesa incumplida de la continuidad de los cuerpos —en términos de Bataille—, que le hace ver su propia discontinuidad.
El erotismo en Hojas de bambú es de carácter oblicuo, y no porque sus pasajes propiamente sean tímidos y se pierdan entre largos párrafos discursivos o testimoniales, sino por anticlimático en distintos niveles pues aun en lo que Abel Morán logra eróticamente hay una inconclusión, lo que produce una mezcla de emociones que configura una complejidad psicológica digna de profundizarse, pues las contradicciones del texto y de los personajes nos dan, también, una significación no textual en la que elementos como la prohibición, el tabú y el choque de usos culturales hacen de esta una obra erótica de mucha relevancia, aspecto al cual los ripios y las imperfecciones, antes que afectarle —como sí lo hacen con la estructura del texto—, le aportan. Las debilidades de Hojas de bambú no empañan el atrevimiento de Rebolledo respecto de la pudibunda prosa mexicana de su tiempo; por el contrario, nos deja un testimonio de su evolución como escritor.
Efrén Rebolledo alcanza el mayor reconocimiento con sus poemas eróticos, fundamentalmente los doce que comprende Caro Victrix. Si al lector ocasional en Hojas de bambú quizá le obstaculice a su placer, en cierta medida, tanta profusión y digresiones que demeritan la fluidez de su lectura, para el estudioso de la literatura sí constituye un texto clave a fin de sumergirse en la temática, el estilo y la vida de un escritor singular y por ello indispensable en las letras mexicanas.

Bibliografía

·         Rebolledo, Efrén. Obras reunidas, México: Editorial Océano-FOECAH-Cultura Hidalgo-DGP de Conaculta, 2004.
En el "Apéndice documental" (pp. 351-420) de Obras reunidas:
·         Henríquez Ureña, Max. "Efrén Rebolledo, p. 372.
·         Montemayor, Carlos. "La poesía erótica de Efrén Rebolledo (1877-1929)", pp. 401-414.
·         Monterde, Francisco. "Efrén Rebolledo y su obra", pp. 373-374.
·         Phillips, Allen W. "La prosa artística de Efrén Rebolledo", pp. 378-398.
·         Schneider, Mario. 'Rebolledo, el decadente', p. 399.
·         Urbina, Luis G. "Esquela de luto. Efrén Rebolledo", pp. 364-366.
·         Villaurrutia, Xavier. "La poesía de Efrén Rebolledo", pp. 367-371.
Otros
·         Barthes, Roland. El placer del texto y lección inaugural (trad. Nicolás Rosa), México: Siglo XXI, 2004.
·         Bataille, Georges. El erotismo (trad. Antoni Vicens y Marie Paule Sarazin), México: Tusquets, 2003.
·         Pacheco, José Emilio (introducción, selección y notas). Antología del modernismo (1884-1921), México: UNAM-Era, pp. 290-293.
·         SM L'Encyclopèdie du Sadomasochisme. París: La Musardine, 2000.




Postre: Espléndida selección de haikús en el blog Margen del yodo.
Imagen: Axólotl tomada de aquí
Agradecimiento: a Juan Antonio Rosado.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Para ver llegar los terremotos



Cada vez más cansado, me aferro a la poesía por ser mi lengua y porque lo que más vale en esta descascarada latitud son sus artistas.

Y transcribo los versículos iniciales de Incurable, de David Huerta (México, Era, 1987) como quien juega ajedrez esperando el terremoto:

El mundo es una mancha en el espejo.
Todo cabe en la bolsa del día, incluso cuando gotas de azogue
se vuelcan en la boca, hacen enmudecer, aplastan
con finas patas de insecto las palabras del alma humana.


El mundo es una mancha sobre el mar del espejo,
una espiga de cristal arrugado y silencioso,
una aguja basáltica atorada en los ojos de la niña desnuda.


En medio de la calle, con el ruido de la ciudad como otra ciudad
     conectada en la pantalla de la respiración,
veo en mis manos los restos del espejo: tiro todo a la bolsa y
     sigo mi camino,
todo cabe en la bolsa del día, incluso la palabra incluso
un manchón negro en la línea que se va deshojando en la boca.


Si me acercara, con un sonido genital y absolutamente húmedo,
tocando las paredes del miedo con manos espaciosas y una
     circulación de letras aplastadas contra la linfa color de olvido;
si me acercara, sec y coordinado en los pliegues, oyendo el paso
     de los otros en el techo,
una legión sorda, un estertor de marabunta, un hueso desmoronándose,
una lluvia caliza por el sueño, en el paladar;
si me acercara, si desmenuzara una figurilla con los dedos que
     gotean vino;
si me procurara un placer, un desvío, un tocamiento de nubes o
     un roce plateado,
un manoseo en el oro, un deslizarse en la entrepierna de los
     muebles para dormir un sueño de saliva y silencio;
si me acercara, dando en el tiempo un acorde caliginoso, un tempo
     fúnebre de reunión a oscuras . . .



Imagen: El coloso. Atribuido a un seguidor de Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828), según el Centro Virtual Cervantes.






jueves, 8 de octubre de 2009

Ensalmos en picota


Esta jícama que sangra por mis ojos
Sin llorar
La fuente a marrazos rematada
De mi voz
Velita contrahecha ya es la fe
De mis niñeces

Corcel de agua mi silencio,
Piel molida mi tambor

Los jirones de tu rostro rememoran
Pero callan
Veo tu nombre grafiteado en el vaho
De las mañanas
Nuestros libros cobran vida entre
Pétalos de cal
Calcados de los baños de vapor

Cariada memoria moja
La brocha en la tez de un pez
Criadillas de amor furioso
Ovulando ojos en blanco
En rojo muerto a lo cíngulo


*
No amanece sino un huevo
De eyectada madre
De deyectada alma
Y drenado sol sin risa cínica
No esperare séptimas
Para enjugarme la bestia
Para vestirme de hostia
Para vaciarme en tu cara
Culimaltrecha
Lactifungida

Azapata tus alas, Caifocha
calza desdioy en pajaros primos
Que vivan lejos, branfito mio
La cuestabajo de susurrar a gritos
Cobra los besos, cubreteseajo
Legra lo briago, sopla dioramas
Mudos hojales monitoristas

Te llamas rabia:
Piafes o croes
Te nombro ahogo
Vengan tus huestes
Huesos huevones
Crubies e blofras:
Contrae piltrafas
Tuerce gañotes
Fariseos blancos
Fofiformeantes

Blas fe mas lana
Paces pascuales
Ra mera bio bao
De tin tun tan
Por todos mis carcinomas
Por quien las presta
Protopropinas
Sin que las hiendan
(los Macrocropos)
Ni las azoten
Las esputicen

Y ellos ayados
Masnopalsquiunos
Muescan careyes
Cuidan la sierpe
Y prevarican
Ven a trujillo
envalentido en sus espejos
de eructos córneos
México, octubre del
2009
Sin buenas nuevas
aunque sí viejas
aunque no viajes

Foto. Mía. Pulso de endríago, luna de octubre y una ventana.


RSR (D.R.)

miércoles, 7 de octubre de 2009

Al filo




Un de pronto estar,
un ser apenas,
placenta monocroma
apenas vida
Cerbatana de savia le alimenta,
placentera mente adormilada,
cadenciosamente malherida
quieta anémona gozando su mortaja,
se asfixia, engendra y nace
aterriza sin fin en una escala

--Cuando el cielo sea asequible como un techo
y el mundo se contraiga,
arrójate a la hoguera a contrarreloj e insomne
para impedir la transgresión del astro doble
y amainar la rabia de gemela derramada

Foto: Mía. Estampa de Tlacotalpan una tarde de abril


RSR (D.R.)

lunes, 5 de octubre de 2009

Poemas frente a la muerte de Ginsberg y Bukowski




Palabras celestes
El alba encandila el ojo
Sirenas rasgan el cielo
Cláxones de los taxis retumban en la calle
Bocinas rotas de coches balan balan balan

El cielo está cubierto de palabras
El día está cubierto de palabras
La noche está cubierta de palabras
Dios está cubierto de palabras

La conciencia cubierta de palabras
La mente está cubierta de palabras
Vida y muerte son palabras
Las palabras están cubiertas de palabras

Los amantes están cubiertos de palabras
Los asesinos están cubiertos de palabras
Los espías están cubiertos de palabras
Los gobiernos cubiertos de palabras

Gas mostaza cubierto de palabras
Bombas de Hidrógeno cubiertas de palabras
"Noticias" del mundo son palabras
Las guerras están cubiertas de palabras

Policía secreta cubierta de palabras
Hambre cubierto de palabras
Huesos de madres cubiertos de palabras
Niños esqueléticos hechos de palabras

Los ejércitos están cubiertos de palabras
Dinero cubierto de palabras
Altas Finanzas cubiertas de palabras
Junglas de pobreza cubiertas de palabras

Sillas eléctricas cubiertas de palabras
La multitud que grita está cubierta de palabras
Radios tiranas cubiertas de palabras
El Infierno televisado, cubierto de palabras
23/3/97, 5 a.m.


Here we go'round in the mulberry bush
Envejecí y me cago en los pantalones
          me cago en los pantalones
          me cago en los pantalones
Envejecí y me cago en los pantalones
          me cago en los pantalones de nuevo.

Envejecimos y nos cagamos en los pantalones
          nos cagamos en los pantalones
          nos cagamos en los pantalones
Envejecimos y nos cagamos en los pantalones
          nos cagamos en los pantalones de nuevo

Suerte tendrás si envejeces
          y te cagas en los pantalones
          y te cagas en los pantalones
Suerte tendrás si envejeces
          y te cagas en los pantalones de nuevo

1 de enero 1994.
Poemas de Allen Ginsberg




*
Oh, yes
Hay peores cosas
que estar solo
pero lleva décadas
entenderlo
y a menudo
cuando lo haces
ya es demasiado tarde
y no hay nada peor
que demasiado tarde


Darlings
Mundo atestado con hijos
de gente exitosa,
en bicicleta
sobre Hollywood Riviera
a las 3:11 de un martes
por la tarde

Esto es para lo que ciertos ejércitos
mueren, por salvarlos
lo que la mayoría de las mujeres
desean:
esos fragmentos del todo
no-seres
pedaleando solos
deteniéndose para hablar mientras
la suave brisa acaricia
sus caras imperturbables
sentados en sus biclas

Entiendo muy poco de todo esto
salvo quizá que los ejércitos
matan a la gente equivocada,
aunque eso es lo común:
ellos creen que el enemigo son
aquellos contra quienes los confrontan
en lugar de aquellos que los dirigen:
los padres de esos niños.
Poemas de Charles Bukowski



*
Nota 1. Los poemas de Ginsberg son del libro Allen Ginsberg: Muerte y fama. (2000) Barcelona: Lumen, trad. Ana Becciu. Notése que Here we go'round... es una conocida ronda infantil, por lo que el poema debe cantarse con ese ritmo. El autor de Howl murió en abril de 1997.

Nota 2. Los poemas de Bukowski lo traduje yo, del libro War all the Time. Poemas 1981-1984 (1994) Black Sparrow Press: Santa Rosa, CA.

Nota 3. Tomo la foto de Ginsberg de este blog. La ilustración de Bukowski, de aquí mero.



jueves, 1 de octubre de 2009

Sonetos de avejentada juventud




Una vez más retomando textos de otros años y que, salvo algunos pacientes amigos, casi nadie conoce. Alguna vez, gracias a la querida Carlota los leí en radio. Los publico ahora para celebrar la llegada de octubre y todo lo que ello significa.

*
Cuántos al despertar –lenta violencia—
de cuantos eres tú no regresaron;
cuantos de olvido ayer ensombrecieron
el parco resplandor de tu presciencia

Cuáles de los demonios demolieron
tu quebrátil prisión de ambivalencia;
mutilarán en transfixión la gracia
circular de tu habla a solas: juraron

Se negarán a verles los espejos
que en memorias ajenas anidaron;
si pálidos hasta la evanescencia,
ves de algunos caídos los despojos,
serán en ti oscura incandescencia
devenires que en agua se grabaron

*

Barco denostador del agua calma,
sonámbulo levando tempestades,
bandera en alto sus calamidades,
dolor que un canto de sirena ensalma

El vértigo naviero tras la tromba,
el viento que relenta sus edades
y el evocar de mentirosos hades,
mapa y compás para su ruta yerma

Cuando en estulto trance llega a puerto
para dejar incendios en desalma
y aumentar su tesoro de oquedades,
la desierta pleamar sabe de cierto
que no habrá fin a sus adversidades:
ni agua ni paz merece ese fantasma


Imagen: Mi ojo verdadero un día que decidí renacer.

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