Después de comprobar que yo no era ángel ni demonio, años después sufrí el devastador golpe de entender que no sirvo para erudito, a fin de honrar lo cual inicio esta publicación admitiendo uno de los novelistas importantes cuya lectura me pasó de noche en su momento: José Revueltas. Más allá de la amargura que me produjeron novelas como Los muros de agua y Los días terrenales, no recuerdo mayor aliciente que me llevara a revisitarlo, excepto que, en aquel tiempo de un naciente La Jornada y un declinante Unomásuno (igual a dos enamorados), más que Gabo (no tengo el gusto, pero es corto decirle así) o Benedetti, las portadas que más recuerdo entre la banda en esos ayeres eran de Spota y de Revueltas, así que, para un lector incipiente como era yo, leerlos era prevenir que alguna más leida en el Chopo te preguntara "¿de veras no lo has leído?" y perdieras la carne por falta de letras.
El tema viene a cuento (si algo viene a cuento en soliloquios) porque releo un artículo de Acta poética (28, 1-2: 2007) titulado Ángeles en el abismo. Las imágenes dialécticas de Walter Benjamin y José Revueltas, de Rogelio Espinosa, en donde el autor propone paralelismos entre ambos flaneurs a partir de imaginarlos como los ángeles vagabundos de Wenders y basándose en los conceptos de "imagen dialéctica" del judío-alemán y "realismo dialéctico" del duranguense. Ambos, marxistas considerados en su tiempo como heterodoxos, comparten una virtud que en estos días de iniciativas en blanco, maniqueísmo y defensa de los justos y jugosos subsidios que recibe la partidocracia en este país, escasea más que el empleo: la congruencia.
Por fortuna, el argumento simplón de que "el comunismo murió" (refiriéndose a que los sistemas políticos de inspiración leninista-maoísta mostraron su inviabilidad) ya va de salida, ahora que el capitalismo también ha demostrado fehacientemente su carácter cadavérico y su cercanía al colapso; por ello, la re-lectura (refiriéndome a cuando una obra es leída por otra generación póstuma al autor y distinguiéndola de que un lector lea dos veces la misma obra) de pensadores de izquierda que, en su momento, fueron atacados por sicos y trojanos, a causa de su lealtad a su pensamiento propio, más allá de la exigencia genuflexiva de los uniformizadores ideológicos (caray, voy de mal en peor), es una vía para comprender un gramo más o un kilo menos la situación política, económica y social prevaleciente en mi aldea, o sea, este mundo calaca y este tiempo que hace de Cambalache profecía cumplida.
De Rogelio Espinosa, coetáneo y buen amigo, tengo algunos artículos más sobre el particular que me invitan a revalorar la obra revoltiana y, mejor aún, releerla, a ver si los años han alcanzado para crear sintonía entre las letras de quien afirmó "el paraíso es la lucha" y un servidor, ni-ángel-ni-erudito-tragaantiácidos, pero con las neuronas suficientes para distinguir un hombre de un candidato.
Dejo una cita del también guionista cinematográfico y autor de El apando, la cual tomo del mismo artículo que da origen al mío:
Me pueden horrorizar todas las inauditas crueldades de los nazis en Alemania o de los japoneses en China, pero yo, Gregorio Saldívar, soy culpable de ellas porque esas crueldades las han consumado hombres como yo. Me avergüenzo por mí mismo de que las guerras existan; me avergüenzo por mí mismo, y no tengo exculpante que me valga, a causa de todos los crímenes, las bajezas, las ruindades, los pecados que se cometan en no importa qué parte de la tierra por los hombres, por mis semejantes. Y nada de buscar consuelo en la idea de que, en cambio, yo soy un ser moral, noble, recto y demás. ¡Nada de eso! Soy responsable de los otros como de mí mismo.
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Hoy es Bloomsday: abrazos a todos los joyceanos del mundo.
El autor del artículo "Ángeles en el abismo...", el cual cito en esta entrada, me hace notar su desacuerdo en el término "revoltiano" y propone en su lugar "revueltiano". Estoy parcialmente de acuerdo, para mejor identificar al autor, pero la sustitución del diptongo "au" en "o", podría decirse no sólo que es un cambio morfológico común, sino que es uno de los cambios distintivos del castellano, en cuanto a la transformación histórica del latín.
ResponderEliminarLuis R. Sand.