viernes, 24 de septiembre de 2010

Collage 4



La carta decía: "Me llevo a mis desiertos tus arenas". Filón de carne seca, áureos guijarros, un retrato vacío, una carta no enviada y un trisílabo imperativo hallamos en su alforja. Me sacudo palabras de miel rancia, como pétalos secos de los libros del muerto. Dar de sedar al ve viento.
Hoy dormir sea cegar pozos. La instantánea crudeza de ser eyecciones y epicentro en llamas. Su sonrisa de abyecta, sublime, fulgió como nunca al enseñarme su álbum: sólo cuervos había. Años nictálopes, cuando sólo bebíamos del rocío sus larvas, placenta lunar del tacto, la gota y la caída. Quede intacto el fruto hasta que duela. Encuentro un libro seco entre tus pétalos.
Me sueño, isla ante tus ojos del continente desprendida.
El suplicio de Tántalo tras los renglones baldíos, agua silente a la vera de tanta sed y un Tártaro a cuestas. Ya no reconocía, Joe: otro. Se va dejando de estar, dicen. La voz empedrada del espejo.
La sal por un instante cuesta arriba de tus pómulos, promesa, cetrería; los ojos entresijos de tactos y de aromas, ciegos de piedra un gesto.
Soy el perro tumoroso. Abro tus membranas a mi vileza. Amén. 

RSR (D.R)

Nota: Este poema en prosa pertenece a una serie de textos (Ver Collage 1Collage 2 y Collage 3) conformados por algunos de mis tweets, recompuestos apenas al vuelo para dar relieve al azar de lo inconexo.
Imagen: Lava y grieta. Mía.





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