martes, 21 de diciembre de 2010

Collage 5



Aquel carpe diem de hombros enjutos. Álcalis al cáliz. Hasta en la agorafobia hay un incesante transbordar de barcos y trenes, largas caminatas. Vértebras barrocas enervadas de desperezos, un crepitar de años y cartílagos, embajada de la vejez más allá de la lengua.

Su confesionario, un ojo de agua y tres de pulque. Al diablo pedía sin hallar respuesta. El corifeo ocioso éramos para él piara de sapos. Una apteka, en un costado de luz baja, rumbo a la inteligibilidad, con doblajes monovocales y un aro abrasivo, giratorio, dentro.

Pisadas, puertas, niños despiertos, tacones en el patio, ventanas, algún golpe ambiguo. Un tufo a carnaval improvisado, a tiro al cielo. Incienso: minutero de humo. Pálpitos de calma y fiebre. Laberinto y sed.  Tras las arquitecturas laberínticas: omisiones, tachaduras, olvidos, impronta y subyacencia. Limbo libérrimo. Ya para qué. Seguiré hablando con mis dedos y arrojaré mis posesiones a la enredadera. Islas que fueron montañas y hablan del valle antes de que criara peces. Fauna nictálope, oropel y desvarío. La bajeza de sus párpados altiva. Los ojos empotrados en cenites, el labio genuflexo y el instante, separador de la Palabra, asiendo siglos, también instantes. Bajopárpado.

Estrecheces maceradas, cansancio a media asta o gloriosa noche transgresora, según lo vea el espejo o los enteleridos de carnaval. Testiguo. Ocasos jóvenes malamente vestidos de mañana, de euforia seca. Trenos abiertos en canal sobre una plancha inmensa. Ateridos en un margen sin afuera, cráneos en corro, triunfantes adúlteras, remeros de arena: los de abrazos amputados os saludan. El pariente del que se escucha, pero al que nadie ve, del que dan como razón que viaja mucho, el de la cabeza amputada en todas las fotos. El tiempo es la uña deformada, el arrasado valle oculto tras una obsesión de la lengua. Ábaco al sesgo del espejo. Sueños de pañoletas, de andenes vacíos, de calles sin puertas, de pasos al sesgo, de un abismo y lascas mercuriales que al despertar sobreviven.

La copa olorosa a licor de hierbas y un hilo que ya purpurea junto al cuerpo craso. Salí de entre tus piernas como quien entra a una prisión. Transgresiones: trofeos en las vitrinas, paranoias en los álbumes polvosos. Los recuerdos uncidos sobre las vocales púbicas huelen todos humores: el necesario embebido en su nombre y sus efluvios, duro y doblegado.

Haz temblar mi vida entera con un tacto sucio y repentino. Quiero ser el paladar fantasma que se hunde en tu sabor dormido y te despierta en un ahogo. Gracias por la infertilidad.


Nota: El texto pertenece a esta serie: http://semiofagia.blogspot.com/search?q=collage, que son poemas en prosa hechos con mis propios tweets.

Imagen: El asesino amenazado (1927), René Magritte.



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