Crepitan en cascajo hacia el rincón de los lisiados tus pisadas
y de aquel suelo de fotos en pedazos
conatos de siluetas recoges a costales,
silencios sin más ángel que un avispero enfurecido
como escuadrón aéreo que vuelve de la guerra sin testículos ni fe:
peces beta quietos un instante antes del combate,
alentados por sabrá Dios qué angelete apostador a la batalla
a cada paso de tu rengo hablar a solas,
sincopado proemio de una palabra erecta en pleamares
o sólo undívagas ideas que quisieran cantar un poco
¿Te das cuenta?
Cabalguen monolitos, al ejército enemigo
Tanta gesta rotulada con porqués en frascos clínicos,
con dignidad de gramófonos enmohecidos
a mitad de un orquideario;
es por eso que la mirada, esta noche -sed o luz—
atrae fantasmas indefensos,
ante tu pensamiento hincado así empavorecidos,
por eso en devoción cosen sus labios y sus párpados
y se atragantan cuentos muertos al nacer
sobre un amante que huye al ajedrez de su tristeza
Cito:
“Y cuando llegues al vivac deshabitado
hallarás un te perdono en grafías de humo,
con la letra inconfundible del cruzado
que acariciabas sin quitarte la armadura
para irisarle cortejos de sombras
en una celosía de zozobrantes llamas
a tu rostro y su desinterés de ánima”.
RSR (D.R.)
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