lunes, 7 de febrero de 2011

Dos poetas de Real de Catorce




Los reproduzco de la revista Desierto adentro (Diciembre 2008) , editada en ese lugar de San Luis Potosí que hace de la categoría "pueblo mágico" una descripción exacta.




Bañarse a oscuras
Bañarse a oscuras es esgrimir la mirada
es permitir a los otros sentidos desenvolverse nocturnamente.
Es lustrar el corazón, abrillantarle,
como quien ofrece sus mejores piedras a una joyería.
--Te regalo el amuleto de mi amor, la piedra más radiante que conservo--.
A ciegas se humedece el cabello
para que serpientes cansadas que penden de un cerebro vagabundo
se posen sobre los hombros, estilen el veneno dulce de su roce.
Y el jabón recorre cuerpo y carencias
en este instante se posee solo agua, oscuridad y desnudez
falta carne, amor y ternura al mismo tiempo.
Me sobra soledad...
es una soledad que suma a la soledad misma
que se declara en contra de la desesperanza y la cordura.


Ducharse así es tocarse los puntos de la derrota
acariciando la pata de palo, la lonja que estorba, las chichis chiquitas,
las nalgas felices y toda la ternura que mis piernas regordetas pueden guardar,
pasarse la mano y estropajo por el estropajo negro que se guarda entre las piernas
enjabonando flor y pubis --esa flor abierta que soy, ese cempasúchil--;
pero eso sí, todo a oscuras, sin rastros de luz
sin encandilamientos que molesten, tocarse toda piel
y legar hasta los pies, mojarse hasta las chanclas.


Aún más, bañarse a oscuras en un día lluvioso
es mojarse dulcemente tres veces la nostalgia.
La lluvia en la regadera que empapa las ideas,
la lluvia afuera provocada por el clima
--una estación de soledad--
y la lluvia dentro, la que alcanza a doler...
esa que moja el corazón.




Sára Sará Ramírez Casillas.




Catorceños


I
La tarde es un crepúsculo de ensueño
oro relamido entre las hojas del pirul;
como dedos las pelotas rojas del nopal
espinas diminutas del corazón,
si es que éste sigue ahí:
entre cerros de verdor deslavado
y la lengua larga del cielo.


II
Una pared de grillos
cascada de oro entre las piedras.
El alacrán electrocutado hasta sus pinzas risueño,
quedó como estaba casi dormido
en la malla aurífera de microtonos.
En sus muros derruidos:
Sonido 13
Real de Catorce.


III
Ya estamos muertos
Vivo en el sueño dorado
donde los fantasmas habitan el Pueblo Fantasma
que más parece un chongo en la cabeza del cerro
como decir lleva una pinza en los cabellos
que es una antena microondas.
Las estrellas en el firmamento son testigo:
mi último amor fue concebido;
aquí hay muertos que hacen ruido.




Miguel Ángel  Vázquez.


Foto: Mía. Andando Real, febrero de 2011.



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