Conforme se investiga sobre determinada época o tal autor, surgen corrientes, obras y escritores a quienes va uno conociendo fragmentariamente. Frente a un estante lleno de libros viejos, uno memoriza nombres, relaciona, hojea y, algunas veces, reconoce un hálito epocal, una influencia o una avizoramiento de la escritura posterior. Al acudir a ensayos vuelve a surgir una alusión, una cita, una referencia a un tema en que está uno interesado. Y es tan improbable leerlo todo. Así, producto del azar y de la búsqueda atenta, se hace uno de lecturas que van haciendo el perfil de un autor: revistas, antologías, plaquettes y, por supuesto, los recursos de Internet, fenómeno tecnológico que ha devenido derecho social y de donde cada vez más los lectores nuevos abrevan.
Tal me ha sucedido con el autor que hoy reseño, me lo he estado encontrando en mis lecturas, así que presentamos dos poemas de quien ha sido poeta en los años setenta, editor de revistas, libros y crítico literario mexicano, nacido en 1955.
Es así, necesariamente
Ayer próximamente cuñada muerta
de mi abuelo muerto de mi abuela muerta casi
hermana hija pequeña nunca no bien querida
te has empecinado protagonizar un recuerdo.
Inflada hecha espuma bilis frotada
quiero decir fiel a tu cadáver
no resistes caber en tu ataúd
incontenible literalmente te expandes
casi desbordas tu cielo que no es azul
quizá te incorpores pero te enmienda el serte.
Tramas tu despereza es factible
nadie acude sin embargo tuviste
detuviste la condición de vivir en sí
pero.
Te juro presentida hecha veneno
esparcido latir enrotundada
al fin como otro corazón
pero prefiero comparar tu estancia por la vida
con la espuma transitoria del ocio de mi lengua
Ya encarrilado acaso incluso
molusco de temible blandura y vitalicio
pacífico impetuoso dañino de para siempre.
Tu comercio con la vida fue el del caracol
sonámbulo tan viscoso y deliberadamente idiota.
Quiero cagarme de otra buena última vez
en tu proyecto de prolongarte más allá de las cosas
pero me gana la aburrición y si no
fuera incorrecto encantado encantada
compraríate con las hemorroides y la blenorragia.
Sin embargo, reconsidero
tu asombroso parecido a la viruela negra
mas por desgracia sólo cuento con dos no muy largas
hileras de dientes para maldecirte y
vomitar en tu halo de muerta dizque indiferente.
Tú eres la responsable pero mejor
te miras a entre las ingles
de que las cosas caigan a la derecha
o a la izquierda digamos que de nada.
Cielo de náusea el día de tu velorio
hora tercia en adelante y no pasa nada.
Que tu recuerdo nazca del hígado descompuesto
de tu cadáver a medio enterrar casi
doblado del lado de la vida.
De Para hablar con los muertos. México : La Máquina de Escribir, 1978.
Hay una seda que no quiere dormirse
Lo que fue hecho eso mismo permanece. Lo que ha de ser ya fue.
Eclesiastés, III.15
I
Una vez más soy llama, sed, grito e incendio
y una opresión cordial
espléndida me cantará en la sangre
luego de enterrarte bajo salvias y espinos.
Yo también llegué como una grulla
a picotear los claros rodrigones
del viñedo, a hacer florecer entre casi nada
y nada la blanca cereza.
(Pálida hiperemia que me agarró de perfil)
Pero no
no estoy dormido
es que la melancolía me llegó
demasiado de repente.
Y nada
que no tengo nada que hacer.
Pero sí, digamos el alarde fálico
que casi olvidé, insensato, pendejísimo de mí.
Ya hablé de perfección.
Por supuesto que todavía
no estamos tan avanzados,
digamos, como los musgos.
Los musgos son graphis scripta.
¡Quién pudiera leerlos!
el parlar rotto de Petrarca
justo bajo las sábanas de las camas
que han dejado de tener vergüenza.
II
¿Por quién doblan las campanas?
Por aquél, oriundo de la noche
liviano como bosque como flor de sal.
Aquél que sólo acacias comió:
Tsu-yu, arquero del emperador Yao.
Tomado de La novísima poesía latinoamericana (ed. Jorge Bocanegra). México: Editores Mexicanos Unidos, 1978, pp. 170-1.
Imagen: "Calavera". Calle Zacatecas, colonia Roma, México D.F. Tomada del blog Arte callejero.