Elefante herido
A Julio Cortázar
Madrugadacuando el invierno herrumbra
las chapas del suburbio
por la calle del río
detrás de los depósitos
el elefante herido
muere dolorido
grita agonizante
desmesurada pesada
paquidermia
se desinfla
convulso estremecido
pide basta y no le dan
nadie acude
pero quién de nosotros
poblador de ciudad
burgueses calmos
monos
mezquinos solitarios
puede tan siquiera
consolar a un elefante
las nubes en los charcos
y papeles de diario
mojado
casi pasta
pegados al cemento
con un pedazo seco
que el viento
sin arrastrar
sacude
por la calle del río
contra un cerco de alambre
retiembla se desinfla
rugoso con chiflido
con un ronquido agudo
agridulce
relincha muge
se revuelve
clama alivio
pide basta y no le dan
¿quizá una caricia entre los ojos
sobre la trompa un paño de agua fría?
pero quien de nosotros
sabe
consolar a un elefante.
Apuros
--Este mes no le pago
no tengo plata.
--No puede ser,
si no paga marcha preso
y se queda sin casa
y sin trabajo.
--Nada tengo
¿qué quiere que venda?
ya vendí un ojo.
Tuerto aguanto,
ciego no.
--Hipoteque un pedazo de intestino,
le darán unos pesos
y un plazo razonable
para devolverlos.
--Ofrecí la oreja.
Me dicen que no hacen
injertos de oreja.
--Los de intestino prenden
y los pagan bien.
--El intestino es sagrado.
Pueden sacarme un dedo,
no los necesito a todos.
--Por el dedo, no le darán
casi nada
¿qué vale un dedito?
Conozco a un escribano
que se ocupa
de aparato digestivo.
Trámite reservado,
seriedad, confianza,
todas las garantías
--Déme un poco de plazo,
vendí un terreno.
Si el tipo no me paga,
le quito un ojo
y transfiero
la hipoteca.
Se la doy por la mitad,
usted siempre sale ganando.
--¿Ganando? Sí,
si sigo así
soy yo el que quedará tuerto.
Hipoteque el intestino
y se evitará tanta vuelta.
--Usted tiene apuro.
Total el tajo
lo reecibo yo.
Le doy dedo u oreja,
otra cosa no puedo.
--Bueno, por ahora
tomo lo que me da.
Asi no se puede trabajar.
¿Prefiere seguir colgado
a perder un pedazo
de intestino?
*
En una oscura cuchillería de la calle Ayacucho, pregunté cuánto costaban unas tijeras para cortar angustia.
--Cuatro arañas de la paja de banana --dijo el armero.
Me parecen caras. Sigo con la angustia.
Datos del autor: Saúl Yurkiévich.
Imágen: Metropolis, Paul Citroen, 1923 (del cual aparece una reproducción en la edición citada de Siglo XXI).
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